EL ANHELO de lograr el título de campeón de Liga, que el presidente del Tenerife ha convertido en objetivo, es una aspiración secundaria a la de ascender, que, sin embargo, haría justicia a una de las mejores versiones del Tenerife que se recuerdan en sus 35 temporadas en Segunda División.

De sus tres ascensos anteriores a Primera, los dos últimos se produjeron en condiciones bien diferentes a éste, uno en promoción y el otro, por un solo gol de diferencia en el average general con el Atlético de Madrid. Este Tenerife de Oltra, de Llorente y de Serrano es otra cosa. Estamos ante un equipazo de presente brillante y futuro esperanzador. Nació de un proyecto bien hecho, que soportó la impaciencia general de la temporada pasada y remó contra corriente en el difícil inicio de la presente campaña, en la búsqueda de un ajuste fino que terminó alcanzando cerca de la mitad de la Liga. La segunda vuelta ha sido espectacular. Sus rivales, algunos de los cuales le superan ampliamente en la inversión económica, han sufrido muchísimo para mantenerle el ritmo a un equipo que va a dejar una huella inolvidable en la categoría, por su sensación de bloque compacto, por la estética en desarrollo ofensivo, por el talento de sus atacantes y por su facilidad para marcar goles. Se dice fácil, pero el Tenerife ha cantado 75 y sus dos mejores artilleros suman más tantos (46) que 12 equipos de la competición, entre los que figura, por ejemplo, la Real Sociedad...

Con todo el respeto que merece este juego tan imprevisible, sin obviar el grado de dificultad del partido del domingo ante el líder, es legítimo que la afición blanquiazul -que ha estado a la altura sobresaliente de su equipo- hable sin miedo de la posibilidad de cantar el alirón en el estadio el día de la visita del Castellón. Es una manera de pedirle a la Liga, que representa la justicia por excelencia, que haga saber que el Tenerife ha sido el mejor.