Joan Laporta dejará de ser presidente del FC Barcelona en menos de mes y medio, pero asegura que, una vez fuera del club, no hará oposición, "sea cual sea el presidente", ni siquiera si Sandro Rosell ganas las elecciones.

"No seré una corriente crítica. Creo que ser ex presidente de una entidad como el Barça es una responsabilidad, y si una cosa tengo clara es que, cuando exprese mi opinión públicamente, será para ayudar", ha explicado en una entrevista concedida a Efe.

Laporta sabe "lo difícil que es presidir el Barça" y, porque lo ha padecido, dice que no quiere que el futuro presidente sufra el desgaste de un entorno hostil. Tampoco que pase por una moción de censura. "Yo no promoveré ninguna; ya he vivido varias", añade.

Aunque insiste en que respetará al presidente que salga elegido el próximo 13 de junio, también es consciente de que, hasta entonces, su opinión puede influir en el resultado de los comicios. Por eso, no se cansa de repetir que Jaume Ferrer, vicepresidente de la junta que aún preside, es "el único que puede garantizar la continuidad del modelo".

Este modelo no es otro que el que ha llevado al Barcelona a ser considerado, en opinión del presidente, el mejor club del mundo. "Y eso no es opinable, es una verdad absolutamente incontestable", subraya.

Joan Laporta se marcha "con la sensación del deber cumplido" y "una inmensa constatación", a través de las encuestas que maneja el club, de que los socios están encantados con estos siete años de mandato.

Asegura que a su gestión le ponen "una nota muy alta" y que el modelo que ha permitido al Barça ganar doce títulos en las últimas siete temporadas "cuenta con el beneplácito de más de dos tercios de la masa social".

De esa encuesta se desprende que ganaría cómodamente las próximas elecciones si los estatutos le dejasen presentarse, aunque él señala que sería "muy pretencioso" que algo así saliera de su boca.

Por títulos debería ser considerado el mejor presidente de la historia del club, "pero el mejor, venga el que venga, siempre será Joan Gamper", apunta.

Sin embargo, cuando pasa balance de su etapa al frente de la entidad azulgrana, lo hace con un espíritu muy poco autocrítico: "No me arrepiento absolutamente de nada. Lamento algunos errores que he cometido, pero no tengo la percepción de que estos hayan sido relevantes ni hayan perjudicado la imagen de la entidad".

Más que los posibles errores de gestión, lo que le ha dejado cierto regusto amargo es algún que otro fracaso deportivo. "Por ejemplo, me duele no haber ganado la Liga de la temporada 2006-07", admite.

No permite que se dude de su honradez durante estos siete años al frente del Barça. "Una de las fuerzas de mi mandato ha sido la honestidad. Teníamos que ser ejemplares, porque nos jugábamos la credibilidad de una generación, y así ha sido", ha argumentado.

Algunos miembros de esa generación, como Marc Ingla, Sandro Rosell o Agustí Benedito probarán fortuna en las próximas elecciones. Laporta, en cambio, no podrá renovar su mandato.

¿Volver a presentarse en un futuro? "Nunca se sabe, aunque ahora mismo tengo la sensación de que es una etapa de mi vida que ya ha pasado y yo habitualmente no reviso mis etapas pasadas", contesta.

Además, confiesa necesitar "un punto de épica para hacer las cosas". En 2003, cuando nadie le conocía ni daba un duro por él en las encuestas, convertirse en presidente del Barça tenía ese punto épico. Siete años después, el reto parece más bien irrumpir, sin el apoyo de ningún partido mayoritario, en la escena política catalana.