EL FRACASO de Juan Carlos Mandía en el Tenerife estaba cantado pocas semanas después de su llegada. El equipo, con un problema grave de fútbol generado por el anterior entrenador, una dudosa confección de la plantilla y una convivencia cada vez más difícil en el vestuario, nunca reaccionó. El preparador gallego asumió el cargo como colista y lo deja igual 15 partidos después. Nunca encontró una línea de juego. Ni afrontó los problemas más graves. Eso sí, trabajó lo mejor que supo y, aunque no encontró los resultados exigidos, se puede decir que se va un hombre honrado.

Su epílogo resultó deprimente. Un empate en un derby ante un rival asustado y sin argumentos futbolísticos para hacerle daño a cualquier equipo. Pero si la UD tenía miedo, Mandía tuvo más. Por eso alineó a Pablo Sicilia como mediocentro para perseguir a Jonathan Viera como si se tratara de Leo Messi y entregó la iniciativa al adversario, dedicándose a explotar sus carencias sin más. Jugó a no dejar jugar y a aprovechar un fallo. Como el fútbol es así de caprichoso, la insensatez estuvo a punto de salirle bien. Pero el gol de Mauro Quiroga hizo justicia en el marcador... y acabó con la etapa de Mandía en el banquillo blanquiazul.

Menos en el Callejón del Combate, donde las decisiones se toman con la misma celeridad con la que da un paso un elefante, cualquiera se había dado cuenta hace tiempo de que el preparador gallego no iba a ser el que salvara al Tenerife del descenso. El caso es que Mandía ya es pasado y la decisión más importante de la historia del club insular se tomaba anoche a toda prisa. En la correcta elección del sustituto, está el futuro de la entidad. Si se falla por tercera vez, nos espera la Segunda B. Vamos, la ruina total.

Y no serán profesionales que han visto jugar al Tenerife toda la temporada y conocen a la perfección sus problemas futbolísticos y no futbolísticos, como Martín Marrero y Toño Hernández. Ellos no son tan mediáticos como otros, ni tienen representantes caza-equipos en apuros. Pero tienen conocimientos, experiencia y amor a los colores blanquiazules. Una vez más, los que mandan en el Callejón del Combate irán por otro lado. Que tengan suerte. La suya será la de todos.