Ricardo León jugó el sábado pa-sado en Las Palmas su último partido con el Tenerife. El descenso a Segunda División B anticipa la marcha del canterano del equipo al que siguió desde las gradas del Heliodoro, en el que realizó una amplia fase de su formación y en el que dio el salto a la categoría profesional. Once meses después de renovar su contrato por tres temporadas, el centrocampista se dispone a pactar su desvinculación del Tenerife para continuar su carrera en otro destino. En el momento de su despedida, admite sentirse triste y promete ser el aficionado número uno del conjunto blanquiazul.

"Siempre voy a llevar a este club en el corazón y seré el aficionado número uno aunque esté fuera de la Isla", asegura Ricardo, "triste" porque esperaba finalizar de otra manera su etapa en el Tenerife. "Después de tanto tiempo en este club y de haberme sentido querido en temporadas anteriores, tener que irme en estas circunstancias me amarga muchísimo", reconoce.

El realejero dice adiós sin rencor a los tinerfeñistas más críticos con su rendimiento a lo largo de la Liga que terminó este fin de semana. "Si han sido exigentes conmigo es porque saben lo que he podido dar y lo que no he dado", afirma Ricardo sin esconder que no completó una "buena temporada" y siendo "respetuoso" con los aficionados que lo han criticado. No obstante, recuerda que "somos más de veinte jugadores y todos tenemos culpa, pero la gente es totalmente libre para pensar lo que quiera, para silbar o para aplaudir".

Pero Ricardo también recibió aliento desde la grada. "A los que me apoyan les doy las gracias y les digo que lo siento por no haberles dado una temporada mejor", confiesa deseando que "el Tenerife esté en la élite lo antes posible".

En su resumen final de una temporada "tremendamente dura", el futbolista explica que "el club y los jugadores pensamos al principio que íbamos a tener muchas opciones de subir a Primera División, por los fichajes que se habían realizado, pero todo se fue al garete". A su juicio, el pésimo inicio de Liga condicionó demasiado a un equipo que pasó de estar seguro de que iba a saber reaccionar a encontrarse con que "la bola se había hecho cada vez más grande, y llegó un momento en el que ya no había ni confianza ni lo que hay que tener para evitar el descenso".