Muchas veces hemos oído aquello de que las segundas partes nunca fueron buenas, pues es cierto en determinados actos de la vida, pero no así en el mundo del automovilismo. De las muchas marcas que surgieron a principios del siglo XX al amparo de unas patentes o, lo que es lo mismo "imitaciones" de un modelo ya comercializado, estas nuevas marcas gozaron de un éxito sin precedentes, aunque otras se quedaran por el camino. Lo que viene a demostrar que en este caso las segundas partes fueron iguales o mejor que las originales.

En Alemania fue la Dixi (1904-1928), -que construyó bajo licencia de Austin el famoso modelo Seven- de la que se puede decir que es la madre de la actual y fabulosa BMW. Desplazándonos muy cerca de Alemania llegamos a Francia y allí nos encontramos con otro precursor e innovador constructor de la industria gala llamado Monsieur Lucien Rosangart (1881-1976), quien en 1927 comienza la fabricación de un pequeño automóvil similar al británico Seven, el cual lo bautizó con su propio apellido, marca que se mantuvo en producción hasta el año 1955 y que llegó por escudo sobre sus radiadores una rosa.

El bautizo de fuego del mítico modelo Seven en nuestra región fue un éxito atribuible a su distribuidor Mr. John Walter Golding, por lo que lo más difícil para estos liliputienses del piche estaba prácticamente hecho.

En 1930, en nuestra plaza un nuevo representante de automóviles se abría paso en el duro camino y competitivo mercado del "fotingo". Nos estamos refiriendo al caballero Juan Ponsa y Pons. Las primeras noticias que tenemos del admirable Ponsa es la de haber sido importador de los elegantes y enormes Marmon y desde sus locales, ubicados en la avenida de Cuba 1, el cliente disponía de todos los servicios que se necesitaran. La expansión comercial de la organización Ponsa y Pons origina que inaugure una exposición para sus automóviles en la avenida 25 de Julio, nº 27 de nuestra capital. El día 27 de diciembre de 1930, a bordo del vapor San Carlos, llegaba la primera remesa de Rosengart a Tenerife y no dudó en anunciarlos como el mejor coche pequeño con las ventajas de chasis largo, ballestas enteras y lujo de carrocerías. La persona en quien recayó la responsabilidad de las ventas fue en Joaquín Cárdenas, informando al comprador de un Rosengart que su precio era de 4.500 pesetas para el modelo más barato o las 5.750 pesetas para el modelo más caro, todo ello, incluso, en cómodos plazos. Además de múltiples ventajas como era la de consumo que se situaba en 4,5 litros por kilómetros o la velocidad máxima de 90 k.p.h., haciendo hincapié en los premios obtenidos por los Rosengart en los diferentes salones de Europa.

Continuamos en 1930 y así podemos comprobar que el laborioso Ponsa y Pons anuncia el número de unidades vendidas a lo largo del año, quedando estas fijadas en 21 nuevos Marmon y 7 Rosengart.

Uno de aquellos modelos carrozado en coupé o lo que es lo mismo con el característico "ahí te pudras" es el TF-3984, matriculado el día 3 de marzo de 1931, provisto de un motor de 4 cilindros de 7.30 Hp. Hemos citado a este ejemplar porque logró llegar hasta nuestros días y aunque en nuestros archivos no tenemos noticias de su paradero, el simple dato de que así sucedió nos alienta a pensar que se conserva en la actualidad.