Para definir correctamente el perfil de este casteador lagunero tendríamos que remontarnos a principios de la década de los treinta; puesto que fue su padre, Eduardo Pérez de Ascanio quien vincularía este apellido a la gallística insular. Sus hijos, Víctor y Eduardo, continuaron la tradición, aquel, hasta finales de los noventa, cuando se retiró para asumir otro tipo de compromisos deportivos; mientras que Eduardo lo ha hecho hasta hoy, con una destacada trayectoria.

Paradójicamente, el primer gallo del joven Eduardo, un giro blanco, no se lo dio su padre, sino José Cuyás Hidalgo, casteador grancanario, en el año 1957, cuando contaba diecisiete años. Y sería un año después, con gallinas de José Ara-ña Yanes e Ignacio Regidor, también grancanarios, cuando empezó a castear, primero en Los Realejos y a partir del año 1964 en San Juan de la Rambla. Luego vendrían los retintos de Ángel Benítez de Lugo y de Rafael Garrigues.

Siempre fiel al partido El Norte, del que fue presidente, conoció y admiró a Francisco Dorta y, especialmente, a Manuel Torres (Gato Maruca), dos leyendas de la cuida insular, y llegó a tener como adversarios a su padre y hermano cuando estos militaron en los partidos San Cristóbal y el Palenque, de La Laguna, en las décadas de los setenta y ochenta. A principio de los setenta fue pionero, junto a Juan Fuentes Tabares y Fernando Pérez Vidal, en participar en torneos nacionales, llegando a ser campeón de España. La aventura terminó en el año 2005 cuando la peste aviar complicó la entrada de aves a la Península. En 1987 retransmitió por radio, para toda Canarias, la final de la primera edición del Campeonato de Canarias, homenaje a Francisco Dorta, celebrada en Los llanos de Aridane de La Palma, hecho inédito hasta entonces. Accesible y desprendido, siempre dispuesto a ayudar al neófito. Su nombre es habitual en crónicas gallísticas, artículos de prensa, revistas y libros sobre el tema de la riña. Como soltador lo ha hecho en todo el Archipiélago. Tal es su carisma y honestidad en el desempeño de esta suerte, que llegó a ser requerido para soltar por el partido rival contra su propio partido.

El secreto de sus casteos se basa en su continuidad y mantenimiento en las líneas, basadas en gallinas de Fernando Salazar, extraordinario casteador chipionero, y en gallos como el colorado "el Señorito", su mejor semental, de trece años, con cinco riñas, de Nicolás Notario; el "410", giro blanco de cinco riñas, de Juan Fuentes; o el colorado de dos riñas de Antonio "El Zorro", sobrenombre del gran criador jerezano.

De entre sus muchos gallos memorables destacaríamos, en las temporadas 1994 y 96 un pinto que hizo siete peleas espectaculares; en la temporada de 1999, en Gran Canaria, un giro negro le hizo tres riñas y un melado cuatro; en la Península, el colorado "el Soivre", hizo ocho riñas; en el 2001 uno de sus gallinos quedó campeón de España y por él le ofrecieron, bajo amenazas si no lo vendía, un millón de pesetas; en el 2005, "Robinho", gallino de cinco peleas, resueltas todas de dos tiros; en las recientes temporadas 2010 y 2011, otro magnífico gallino, hermano de los anteriores, hizo cinco riñas.

Hoy, con setenta y un años, profesor y presidente del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Santa Cruz de Tenerife, y conocedor como pocos del mundo de la riña y el gallo fino, Eduardo Pérez de Ascanio cría sus combatientes en unas instalaciones óptimas para este fin, ubicadas en su finca "Pico Bermejo", en Tejina. Entre fotos, libros y objetos de gran valor sentimental y documental, nos habló largo y tendido y, con cierta desazón, lamentó que entre sus descendientes no haya quien continúe con la que ha sido tantos años su gran pasión, las peleas de gallos.