LA etapa que puede considerarse como inicial en el transporte público de pasajeros en nuestra ciudad, ya bien organizado e incluso con carácter societario, son los años de 1920. En esta anualidad ya operaban diversas compañías, propiedad de notables y conocidos empresarios del sector, como fueron los señores Carlos Hernández de León, Félix Díaz Beautell o Carlos Hamilton y Monteverde, los cuales, y por distintas rutas urbanas, cubrían las necesidades de los santacruceros.

De estas empresas lo más destacable es que el tipo de vehículo era en versión "jardinera", con capacidad para veinticinco pasajeros; el horario era el comprendido entre las 7 y las 20 horas y los precios quedaron fijados en 0,15 pesetas para el trayecto desde el muelle a la plaza Weyler, y 0,25 pesetas para el recorrido entre el muelle y la plaza de la Paz. Otras de las costumbres, ya en desuso, era la posibilidad de tomar la "jardinera" fuera de sus paradas habituales, insistiendo en que se procurará parar tantas veces como lo pida el pasaje, bien para apearse como para montarse.

En 1926, siendo alcalde el Excmo. Santiago García Sanabria, el Ayuntamiento dicta un reglamento para el servicio de autobuses urbanos. De su lectura se desprende el interés del consistorio por mejorar este servicio público, ya que quedan fijadas y perfectamente establecidas todas las líneas. Otras disposiciones, como la de tener en perfecto estado de limpieza las guaguas, así como las tarifas para cada uno de los trayectos y el uniforme de los empleados, mejoraban de modo muy favorable la imagen del servicio público urbano, permitiéndonos decir que, de este modo, las guaguas chicharreras entraron en la modernidad.

La compañía de transportes de pasajeros que se convirtió en todo un hito en la historia del automovilismo en Santa Cruz de Tenerife fue la Unión de Autobuses Urbanos, S.L., que comienza a prestar servicio solo con tres líneas, que abarcaban Muelle-Fielato; Muelle-Correos y Plaza de la Paz-Cementerio. Contaba su flota con sesenta y tres vehículos, muchos de los cuales eran conducidos por sus propios dueños. La expansión de las guaguas perreras, como se las conocía popularmente, fue espectacular. En 1929 las Juntas Directivas se celebraban en la avenida de Cuba, siendo por entonces su presidente Antonio Delgado Hernández y secretario José Santa Ana. En este mismo año contaba en su nómina con diecinueve conductores, dos revisores, veinte cobradores, un pintor, un carpintero, un freganchín, un guardián, tres mecánicos y dos aprendices, ascendiendo el total de los salarios a la cantidad de 4.301,50 pesetas. Para una más fácil identificación de los billetes, estos se imprimían en colores, siendo los blancos de 0,10 pesetas; los naranjas, 0,15 pesetas; los rojos, 0,20 pesetas; los verdes, 0,25, y los azules, 0,30 pesetas.

En 1933 quedan establecidas nuevas líneas y pasan a ser las del Cabo, del Toscal y la de Correos, mientras que el domicilio de sus oficinas se encontraba en la rambla Benítez de Lugo, nº 7.

Cuando entramos en la década de los años 50, las guaguas perreras se expandían de un modo admirable, ya que se incorporan en el mes de septiembre de 1954 dos nuevas guaguas de las veinte que se acababan de importar de la marca Mercedes Benz. Este gran esfuerzo comercial se hizo bajo la presidencia del caballero Policarpo Mascareño. La última novedad empresarial, antes de su absorción, implantada por la Unión de Autobuses, es la instalación en sus ochenta y tres guaguas de un sistema de cobros sin cobrador, siendo director-gerente el señor José Rodríguez Díaz.

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