Sin ánimo de volver atrás, cualquier comparación entre el Tenerife de Calderón y este de Tébar es pura coincidencia. La nueva versión del equipo blanquiazul no es la quintaesencia del fútbol, pero alcanza para animarse a soñar con la conquista del gran objetivo, que hasta hace dos semanas era puramente quimérico.

¿Qué ha cambiado? Pues, a partes iguales, la organización táctica y la calidad técnica de un equipo reforzado con cuatro elementos con nivel sobrado para jugar en Segunda A. La mezcla de Tébar y los refuerzos dieron como resultado un Tenerife potente, que se aferró a sus nuevos principios para superar el mazazo del gol en contra. Solo habían pasado dos minutos cuando Marcos peinó hacia detrás un tibio saque de banda. La pelota superó a Sergio y se convirtió en el 0-1. Encajar así, en frío, ante el rival que representa la solidez defensiva en el grupo, y en un partido trascendental, es una losa. ¿Cómo se quita un equipo ese peso de encima? Pues haciendo lo que sabe. Y el Tenerife se puso a jugar. Con rigidez en el inicio, es verdad, porque los dos mediocentros son desatentos en esa tarea, no tienen dinámica para agitar el juego, en especial Marcos, que sin embargo dio ayer su primer pase interior de la temporada... ¡Qué bien nos vendría Hidalgo!

El Tenerife empezó a abrir el campo, con Tacón y Kike López a los lados, pero los centros de ambos fueron de frente, cómodos para las dos torres centrales de un Albacete en repliegue intensivo durante casi toda la primera parte. El Tenerife presionó muy bien, con fiereza incluso, ahogó a su rival y lo tuvo en el área casi todo el tiempo. Le faltó claridad, tal vez un poco más de paciencia frente al área, para licuar un poco más el final de las jugadas, pero aún así debió empatar ya en la primera mitad, cuando el balón superó a Kike López por debajo de las piernas en boca de gol (28''). La insistencia local, el modelo, la manera de intentarlo, tocando, con la pelota abajo, tratando de enganchar con la brillante zurda de Luismi, metió al público en el partido. No llegó el gol, incluso pudo caer el 0-2 en un cabezazo que Castillo echó fuera a un metro del palo (45''), pero las sensaciones al descanso invitaban a la esperanza.

Dos cambios buenos.- El Tenerife entró más frío después del intermedio, pero García Tébar tenía un Plan B, porque ambos calentaron durante el descanso, cuando el entrenador mandó regar la mitad de campo en la que atacaría el Tenerife en la continuación (todo un síntoma). A los 7 minutos, metió a Perona y Chechu y cambió el dibujo. Jugó solo Kitoko en el medio, Luismi por delante; Chechu en la derecha y Kike en la contraria; arriba Perona y Kiko (pronto entró Aridane). Total, un rombo, para tener más presencia en el área y darle la manija a Luismi. Fue una apuesta arriesgada, porque con un solo pivote y un futbolista de corte menos defensivo por delante, como Luismi, pudo haberse resentido la presión y el balance defensivo que tan bien ejecutó el bloque en la primera mitad, pero el Tenerife no dio opción, porque casi no perdió balones en el medio, sus laterales, sobre todo Llorente, apretaron muchísimo para reducir el campo, y los centrales mantuvieron la concentración hasta el final.

El Tenerife siguió jugando y el Albacete viéndolas venir, sin una sola salida peligrosa a la contra a pesar de los intentos de Adriá, su mejor jugador. El paso de los minutos fue decantando el partido hacia el área visitante. Sobre todo después de que Luismi empatara ejecutando de forma magistral una falta frontal (67''). Faltaban 23 minutos y el clima que se generó en el Estadio acentuó más la sensación de que era posible remontar. Las ocasiones se sucedieron, fruto de la superpoblación de atacantes cerca del área: una triangulación profunda por la izquierda la remató Aridane solo en el segundo palo a las manos de Miguel (71''); el propio guardameta sacó en dos tiempos una ocasión de Kike López (75'') y el larguero repelió el cabezazo de Pablo Sicilia a la salida de un córner (79'').

Éxtasis final.- Con Kike en la izquierda y, sobre todo, con Chechu en la derecha, las bandas fueron mucho más agresivas. Una buena recuperación en la derecha le dio al propio Chechu la posibilidad de poner un centro perfecto en el área, que cazó Sicilia solo, colado allí de rondón (no bajó después del córner y nadie lo marcó. La pelota cruzada, acabó en la red cuando el rival ya no tenía tiempo de cambiar su piel conservadora.

Fue el éxtasis, la locura en el Estadio, casi la plenitud para una afición que ha sufrido tanto, que ha soportado una primera vuelta humillante. Y es que detrás del significado de ese gol, la trascendencia de los tres puntos, aparecía sin disimulo la mejoría que ha experimentado este Tenerife. Ahora sí es un equipo.