El Tenerife promete. Ilusiona a partes iguales el talento de su medio campo y el compromiso de los once. Aunque Álvaro se quejó de la falta de sacrificio de algunos futbolistas en determinas situaciones del partido (tal vez lo haya dicho en clave de mantener la exigencia), la realidad es que ayer, bajo un sol de justicia y sobre un campo seco -mala mezcla esa para un equipo como éste-, el Tenerife añadió trabajo, presión colectiva y ordenada, y sacrificio a las otras virtudes que ya había puesto de manifiesto ante el Marino, y que están relacionadas con su estilo combinativo, con el talento de los volantes, en especial del trío Chechu-Loro-Cristo, que está dándole a este equipo un estilo reconocible por estos pagos. Siempre que el Tenerife apostó por jugar con la pelota en el piso, le fue bien. Esa es su identidad, su sello histórico, casi diría que su meta natural. Y en ese camino está este equipo de Álvaro Cervera, que juega muy bien de tres cuartos de campo en adelante y que se equilibra con cinco elementos fijos por detrás del balón: los dos pivotes y tres defensas; el cuarto zaguero, Raúl Llorente, es uno más en fase ofensiva, muy evolucionado al ataque para ocupar el espacio que descubre Cristo Martín cuando cae por dentro para asociarse con Loro y generar superioridad numérica en la media punta. El Tenerife fue el dueño de la pelota desde el principio, los virtuosos se mostraron por dentro y, entre ellos, sobresalió Loro, cuya frecuencia de intervenciones fue admirable hasta que empezó a decaer su resistencia. Luismi las pidió todas, le dio claridad al juego, y nunca se desenganchó para presionar después de cada pérdida. Su mejor socio, Cristo Martín, aportó un tono alto en sus frecuentes intervenciones y también se sacrificó para ponerse por detrás del balón cuando la posesión cambió de bando, tratando de evitar que el equipo se rompiera en dos bloques. Los dos juntos, casi escalonados en cinco metros, libres por delante de Ros y Medina, marcan la diferencia, mucho más cuando Chechu se recoge hacia el interior y añade otra salida más al juego. Son tres "peloteros" de categoría, y juntos crean y desarrollan un estilo que gusta en el Heliodoro. Son tradiciones.

En esa fase inicial de buenos propósitos y de ejecución lucida del toque, surgió el primer gol. El proceso es así, intentarlo una y otra vez hasta que aparezca el pase bueno. Un servicio profundo de Chechu dejó a Aridane solo ante el meta, al que batió por bajo. Un clásico. Casi sin respiro se sucedió todo lo noticioso de esta primera parte. El ejercicio de presión sobre el inicio del juego del rival trajo como consecuencia el segundo tanto. Apretaron todos, y el central rayista regaló el premio en bandeja, dio la espalda a los rivales y entregó el balón corto a su portero, llegó Aridane, taconeó al espacio libre y Loro sentenció. El Rayo respondió de inmediato y pudo marcar. Primero, a la salida de un córner con un cabezazo de Roberto que lamió el primer palo (21'') y casi de seguido con una acción de Dani que entró por la izquierda y con su remate obligó a Sergio a hacer una gran parada rectificando (22''). Y hasta ahí llegó la disputa, porque el partido fue decayendo camino del descanso -los jugadores habrán agradecido ese ratito a la sombra-, aunque el Tenerife no hizo nunca dejación de sus principios, quiso jugar siempre por abajo y fue sólido para protegerse defensivamente ante un rival cándido en detalles puntuales, como el segundo gol, pero de buen nivel técnico, y que además buscó soluciones. Con el marcador tan cuesta arriba su entrenador modificó la estructura, dio entrada a Ripa a los 28 minutos y lo añadió a una zona más avanzada. El Rayo quiso, pero murió al borde del área, tal como le iba a suceder en la segunda parte.

A verlas venir.- Esa segunda mitad no tuvo ninguna similitud con la primera. El Tenerife abandonó la idea de ir a buscar, porque ya lo tenía conquistado, se replegó de manera tibia y dejó pasar los minutos, en cuya tarea no debió hacer tan mal las cosas cuando su rival solo disparó a puerta a dos minutos del final, ello a pesar de que Jimeno, técnico visitante, fue añadiendo carga ofensiva, hasta acabar con tres defensas, cuatro centrocampistas y dos puntas. El Tenerife entregó la pelota, pero nunca perdió el control de lo que le convenía. Cervera refrescó la segunda línea: se marcharon sucesivamente Loro, Cristo y Medina y se fue formando un dibujo (4-3-3), con Ros de pivote y Yeray y Abel en los interiores.

Lejos de pasar apuros en su repliegue, las ocasiones de esta anodina segunda mitad las tuvo el Tenerife, aunque solo cuando fue capaz de hacer un buen primer pase de contragolpe. La primera opción de gol nació de un servicio de Cristo Martín a Suso, que controló mal y terminó peor cuando encaró a Ismael (79''); y la segunda, solo tres minutos más tarde, cuando una entrada de Suso hasta el fondo acabó en el pase de la muerte que Abel remató contra la base del poste. Fue todo.

Tres puntos más, números muy limpios en las dos porterías (cuatro goles a favor y ninguno en contra) y un puñado de sensaciones. El Heliodoro recupera la ilusión.