Desde el mismo instante de la aparición del automóvil parece como si el caballo vaticinara su próximo fin, y, rebelándose contra su destino, empezó a relinchar y asustarse con la creencia de que aquellos arcaicos fotingos, que armaban más ruido que otra cosa, acabarían con su trabajo.

Ante las primeras estampidas de las caballerías de los legisladores, se pusieron manos a la obra, y pronto se ve cómo en los primeros manuales de conducción se hacía hincapié a los chóferes para que no espantaran a los caballos e incluso a más de uno se le aconsejaba que ante ese inminente riesgo se llegara a parar la marcha y el motor.

Durante muchos años la convivencia entre los animales de tiro y el automóvil mantuvo su lucha particular, y con el transcurrir del tiempo la convivencia se fue haciendo más tranquilizadora y ya pasaban uno frente al otro sin inmutarse, pero cada uno mostrando con altivez su eficacia.

En Santa Cruz, la desaparición definitiva del carro o de la carreta, en este caso tirada por bueyes, tardó mucho tiempo en llegar. Bien entrada la década de los años 60, aún se podían ver cómo circulaban con mucha naturalidad entre la tupida maraña de fotingos que por aquel entonces invadían nuestra isla.

Uno de los organismos que más tiempo tardó en desterrar el sistema de tracción animal fueron los ayuntamientos, y precisamente en el nuestro tenemos la prueba de ello. Leyendo la memoria del año o inventario de los bienes del ayuntamiento de Santa Cruz al 31 de diciembre de 1955, vemos cómo en el servicio municipal de basuras disponía de una buena flota de camiones y otra no menos numerosa de mulos, que se encargaban de la recogida diaria de esos residuos.

Los camiones que formaban parte de ese departamento eran un total de once unidades, de ellas cuatro eran Morris, adquiridos a la compañía Blandy Brothers, S.A., y que llevaban las placas de TF-6751, TF-6928, TF-7241 y el TF-7335. Los Austin, vendidos por Golding S.A., los componían los siguientes: TF-8672, TF-8673, TF-8674, TF-8675, TF-8681, y el camión regadera o cuba TF-8169. Cerrando este capítulo, una solitaria camioneta Chevrolet TF-2300 que ostentaba el grado de decana en esa sección municipal.

Como decíamos al principio, esta flamante flota de camiones no daba abasto, y para ello se apoyaba en una sección mular y otra suplementaria compuesta por trece carros metálicos manuales, que convenientemente "matriculados" del uno al trece barrían las calles y aceras.

Ya por último se encontraba el "séptimo de caballería local", que con once mulos arrastraban por otros tantos carros. Había en las cuadras municipales cuatro hembras llamadas "Cardenia", "Pichina", "Romera" y "Melada", y los machos, "Chico", "Macho", "Cordero", "Bonito", "Borrego", "Ligero" y "Ciclón". De "Cardenia", "Chico" y "Macho" se desconocía la fecha de adquisición, mientras que el resto eran todos comprados entre 1946 y 1947. Entre fotingos y mulos compartían con armonía ese duro trabajo.

De todos los vehículos citados en este artículo de EL DÍA de esta semana, solo existe la cuba Austin TF-8169, provista de motor de seis cilindros y adquirida el día 29 de diciembre de 1952 por un importe de 185.188,89 pesetas, la cual se conserva en la actualidad perfectamente restaurada.

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