Mediada la década de los 40 del pasado siglo, la supremacía deportiva del Tenerife estaba en entredicho. Sus resultados en las competiciones insulares dejaban mucho que desear y eran otros clubes del área Santa Cruz-Laguna, como Price y Hespérides, los que ocupaban las posiciones de privilegio. En el plano regional, la superioridad del Victoria resultaba incontestable.

Heridos en su orgullo, los tinerfeñistas más acérrimos decidieron en 1947 hacer piña con su presidente, Heliodoro Rodríguez, en busca de recursos que permitieran fortalecer la plantilla. Lo que no calculaban es que aquella tarea, surgida de la desesperación, iba a servir como base para encarar el salto a las categorías nacionales, seis años más adelante.

Desde el punto de vista institucional, las cosas pintaban mejor. El presidente había sido capaz de recuperar la propiedad del Stadium, en manos del Cabildo, para emprender su transformación en una infraestructura más moderna. Inaugurado en 1925, el recinto deportivo necesitaba una reforma integral, sobre todo si quería encararse con fundamento el acceso a la competición nacional.

El proyecto fue acometido por el arquitecto José Enrique Marrero Regalado, para su ejecución por fases. El primer sector fue el más próximo a la calle San Sebastián, donde se levantó la grada de General, que con el paso del tiempo adquirió popularmente la misma denominación que la vía citada. Con aforo para 4.000 espectadores, tomó forma definitiva durante el verano de 1947 y quedó lista para su inauguración.

En paralelo, el club cerraba los contactos establecidos con el Real Madrid para que el flamante campeón de la Copa del Generalísimo llevase a cabo su tercera gira por el Archipiélago, tras las realizadas en 1932 y 1935. No había mejor manera de celebrar el estreno de la nueva grada, fijado para el 7 de septiembre y del que hoy se cumplen 65 años. Además de su vitola de campeón, el conjunto merengue exhibía la presencia en sus filas de internacionales como el guardameta Pepe Bañón y el medio Félix Huete, cuya fama acrecentaba la expectación que se vivía en la Isla.

Para enfrentarse al cuadro madridista, Joaquín Cárdenes, entrenador del Tenerife y brillante ex futbolista del representativo y del Celta de Vigo, reunió a un equipo modesto. Al grupo base de la campaña anterior se sumaron algunos nuevos efectivos, entre los que sobresalían veteranos como Victoriano y Medina, junto a jóvenes valores de la casa, entre los que acabarían despuntando Antonio "El Loco" y Santiago Villar.

Cuando llegó el momento del partido, pocos daban un duro por la suerte del Tenerife. La mayoría de los aficionados se contentaba con ver de cerca de las figuras del Real Madrid, por más que los antecedentes en las giras anteriores favorecieran al equipo de casa, vencedor en cinco de los ocho partidos disputados. Es más, los merengue nunca habían ganado en esta plaza, ya que los otros tres acabaron en empate.

Pero pesaba en la conciencia colectiva la ausencia de los Cayol, Morera, Semán, Chicote y compañía, artífices de aquellas gestas pasadas. Pesaba hasta que transcurrieron los primeros 48 segundos de partido, que fue lo que tardó el Tenerife en batir el marco de Bañón. Tiempo suficiente para un despeje de Chicho y una prolongación de Abelardo Molowny hacia Eusebio, quien sirvió a Andrés para que éste estrenase el marcador. Señalan las crónicas que las palmas del público echaban humo.

Desprovistos de complejos, los blanquiazules derrocharon juego y entusiasmo, para sorpresa de un rival que chocaba una y otra vez contra la zaga local, mientras Eusebio adquiría la condición de estrella de la jornada. Aunque el Real Madrid se empleó a fondo en la segunda parte, el Tenerife mantuvo su firmeza sobre el campo de juego -todavía de tierra- y hasta marcó un segundo gol. Faltaban 17 minutos para la conclusión y fue obra de Abelardo Molowny, tras elevar la pelota por encima del portero internacional, con un disparo desde fuera del área.

Una nueva alineación quedaba inscrita en la historia local, integrada por Manolito; Isidoro, Chicho; Mora, Medina, Victoriano; Eusebio, Abelardo Molowny, Andrés, López y Peregrino. Fueron ellos los protagonistas de la sexta victoria sobre el Real Madrid, que formó con Bañón; Sport, Clemente; Pont, Ortiz, Huete; Alsúa, Barinaga, Pruden, Alonso y Vidal. Cuatro días después se disputaría un segundo encuentro, para el que Jacinto Quincoces, preparador visitante, echó mano de los canarios Gallardo y Molowny para certificar así -por fin- un triunfo (1-4) largamente perseguido.

Las obras en el Stadium prosiguieron y dos años más tarde, el 3 de mayo de 1949, fue inaugurada la grada de Tribuna, gemela de la General (o de San Sebastián) pero cubierta con visera. En paralelo se inició la conexión de una y otra con el sector de poniente, conocido también como Herradura. Un año después, el 4 de marzo de 1950, se produjo el fallecimiento de Heliodoro Rodríguez López, impulsor de la reconstrucción del primer recinto deportivo de la ciudad, que por eso lleva su nombre.