trabaja en una empresa que limpia playas, y luego entrena

CRISTÓBAL CAÑADILLAS

Real (Puerto de la Cruz, 1985) vive para el fútbol, que no del fútbol. Su sueño de una dedicación exclusiva a este deporte que le apasiona lo tiene aparcado. "Antes, hasta en cualquier club de Tercera se podía vivir del fútbol, pero ahora es imposible", asegura. Consciente de cómo han cambiado las cosas, no duda en sentenciar que es "un privilegiado por tener un trabajo".

toca techo en su carrera al jugar con el CD Marino en Segunda B, una categoría que conoció cuando, con 22 años recién cumplidos, militó en el Talavera. Fue su única experiencia laboral fuera de casa, cuando intentó ser futbolista de esos de las 24 horas del día. En el presente, compagina el deporte con un trabajo de mantenimiento y limpieza de playas en la empresa Pamarsa. Pero su vida, plena de sacrificios y privaciones, gira en torno al balón. "Todos los días hago 220 kilómetros para ir a entrenar". Vive en el Puerto de la Cruz y lleva dos años en el club sureño.

La organización y coordinación con sus compañeros, tanto del trabajo como del CD Marino, resulta fundamental para que se sienta futbolista. "Trabajo con tres turnos distintos de horarios; hay uno a las seis de la mañana, otro a las ocho y otro de tarde, que es el que me toca cuando descanso del fútbol. Es una jornada laboral de más de 40 horas a la semana y gracias a la flexibilidad de los compañeros y de los encargados puedo compatibilizarla con los entrenamientos y partidos", explica , para quien sus días empiezan mucho antes de que salga el sol, sobre las cinco y media de la mañana.

Después de siete horas de tareas, , que aún vive en el hogar familiar, almuerza y no renuncia a una buena siesta. Al despertar de ella comienza su otra vida, la de futbolista. "Sobre las 17:00 horas salgo del Puerto de la Cruz con Muni y paramos en La Laguna para recoger a Raúl Barcos y Natael, que están estudiando. Y ya nos vamos a Las Américas, aunque solemos parar en San Isidro para tomarnos un dulce y un cortado", relata. Pasa 3 horas al día en la carretera. "Hay que tener paciencia y prudencia", dice.

Dos horas de entrenamiento, de 19 a 21:00, añade a su quehacer diario. Si bien nunca regresa de inmediato a casa. "Como muy temprano volvemos a las 21:30 horas. Siempre hay algún problema físico a tratar y más cuando somos cuatro los que volvemos. Alguno necesita que le pongan hielo, un masaje... Y hay que hacerlo todo con tranquilidad", desvela, agregando que en el viaje de vuelta a casa, por lo general, no paran, aunque si se les ha hecho más tarde de lo habitual él y sus compañeros prefieren cenar por el camino. "No puedo llegar muy tarde a casa y ponerme a cenar porque no puedo después dormir; necesito algo de tiempo", se sincera un deportista que, a diferencia de los jóvenes de su edad, afirma "no tener tiempo para nada". "Al día son ocho horas de trabajo, dos de entrenamiento y tres en la carretera", desglosa. Todos estos sacrificios le reportan al mes unos 1.500 euros. Y en esta categoría el CD Tenerife, con mayoría de jugadores profesionales. no siente envidia. "Me siento un profesional del fútbol, aunque no pueda vivir de esto. Por muchos sacrificios que deba hacer, aunque bordee la Isla cada día, lo hago por lo que me gusta".

Chechu fue tornero fresador, pero ahora vive solo para el fútbol

JUAN JOSÉ RAMOS

El arquetipo de profesional en el fútbol es Chechu Flores. Vive por y para este deporte. No tiene otra ocupación que entrenarse y cuidarse para llegar al fin de semana en las mejores condiciones posibles. Cada día de trabajo se levanta "normalmente una hora y media antes" de la fijada para la sesión preparatoria. Después de desayunar "con tranquilidad", se desplaza hasta El Mundialito e inicia su jornada laboral. "Hago trabajo de potenciación antes de ejercitarme con el grupo y luego realizo el tratamiento fisioterapéutico que corresponde", cuenta para describir las tres horas que dedica a su actividad profesional.

A continuación, empieza el llamado "entrenamiento invisible". Toca cuidarse. El futbolista jienense se considera "una persona muy tranquila". Por eso, vuelve a su piso y almuerza "sin prisas". Luego hace siesta y dedica la tarde "a realizar compras para la casa, dar algún paseo o quedar con los amigos". En ese tiempo, prefiere no realizar grandes esfuerzos. "Durante el verano me aficioné a jugar al pádel y es una modalidad que me gusta bastante", desvela antes de aclarar que "en la Isla no he tenido la oportunidad de ir porque es una práctica muy exigente en lo físico". Es una de las limitaciones que tiene. Cualquier cosa que pueda afectar a su estado físico es descartada inmediatamente. "Nos debemos al fútbol, vivimos de él y hay que estar en las mejores condiciones", dice resignado.

Chechu comparte categoría con muchos jugadores que no tienen la suerte de dedicarse en exclusiva al fútbol. "Yo también he estado en esa situación", confiesa, "porque hasta los 23 o 24 años trabajé y jugué". Imposible no detenerse en ello. "Era tornero fresador", cuenta orgulloso, "porque no sabía si podría vivir del fútbol y estudié un oficio".

El ahora futbolista profesional está orgulloso de ello. Trabajaba en "una empresa que creaba los moldes para el material de construcción" y su puesto concreto tenía que ver con el manejo de "una máquina de control numérico". Era una labor exigente porque "había que hacer bastante esfuerzo para subir las piezas, las placas y demás". Aún así, Chechu insiste en que era un oficio que le gustaba y al que se dedicó durante "cinco o seis años". Tanto le marcó esa etapa que, en el futuro, no descarta repetir. "No me disgustaría volver a ser tornero fresador cuando me retire", asegura. Ahora, con 30 años, entiende bien lo que viven sus compañeros de profesión de equipos más modestos. "No es lo mismo que cuando piensas solo en el fútbol. El trabajo puede ser exigente, quitarte tiempo de descanso y demás", valora el blanquiazul antes de advertir que "es verdad que somos unos privilegiados, pero también sacrificamos cosas como las aficiones o vivir cerca de casa".