Tenerife jamás ha gritado tan fuerte un gol como aquel que marcó Hugo Morales en Leganés. Lo gritó su autor, que primero se fue enloquecido hacia el fondo que ocupaban los dos mil blanquiazules que acudieron al Nuevo Butarque y luego recorrió la tribuna principal, con el dedo junto a la boca, mandando a callar al Frente Atlético. Lo gritaron sus compañeros, en el campo y en el banquillo, hasta quedarse sin voz.