A veces los políticos deberían no dar a conocer ilusiones ni promesas para luego dejarlas en el balcón de los olvidos, porque con ello pueden hacer mucho daño a la población, como sucedió con el anuncio en 1996 de que Valle de Guerra contaría, en la playa de La Barranquera, con un parque arqueológico.
El proyecto tenía un carácter de interés histórico, pues perseguía que La Barranquera contara no sólo con el citado parque arqueológico, sino, además, con un museo del pasado aborigen.
La zona costera del municipio de La Laguna es muy rica en yacimientos arqueológicos, especialmente en La Barranquera, la cual es una de las pocas que permanece inalterable, conservando gran parte de su flora autóctona. Las cuevas de los aborígenes canarios ofrecen un paisaje que puede evocar los tiempos en que los guanches vivían en este lugar, alimentándose de moluscos, según se constató en una excavación en una cueva de El Calabazo.
El proyecto pretendía recuperar el hábitat aborigen, para lo que se tenía previsto una labor de limpieza de toda la zona, así como la reconstrucción de los elementos que presentan deterioro y puedan ser susceptibles de reconstrucción.
El parque arqueológico pretendía convertir la playa de La Barranquera en un lugar de ocio y cultura, donde el visitante pudiera hacer un recorrido por la historia prehispánica.
El Ayuntamiento de La Laguna dijo hace 13 años que los vecinos debían colaborar en el proyecto, por entender que la iniciativa supondría una oferta turística.
El proyecto se complementaba con un museo sobre la cultura de los guanches, enfocado a la difusión del modo de vida y costumbres de los primeros pobladores de Valle de Guerra.
La Barranquera tiene un valor arqueológico importantísimo en lugares como El Apio, El Jurado, El Roquillo, Callao de Marques o Las Carboneras, con presencia de barrancos y elevados riscos donde vivieron los guanches.
La Barranquera perteneció al menceyato de Tegueste, y más concretamente al sector occidental de dicho reino guanche, cuyos habitantes prefirieron combatir al conquistador Alonso Fernández de Lucio antes de subyugarse a la ley que hizo imperar, por lo que a este le han considerado como un bando de guerra.
El aborigen que vivió en La Barranquera practicó el sedentarismo temporal con trashumancia estacional. Durante la primera y gran parte del verano aprovechaba los pastos de la Vega lagunera y parte de la planicie de Los Rodeos, y en invierno regresaba a la costa de Valle de Guerra, por lo que son frecuentes los moluscos, que fueron la solución al problema alimenticio en la costa.
El museo tenía previsto tener en cuenta una gran piedra de molino de El Roquillo, a la que, según la tradición, iban a moler poniéndose de manifiesto la característica comunitaria del núcleo poblacional.
En La Barranquera hay una zona rica en yacimientos arqueológicos, como es la de El Calabazo. El asentamiento está formado por siete cuevas de habitación y la sepulcral. Este último lugar aporta a La Barranquera la presencia del perro, el cerdo y la cabra en el ajuar funerario. El aborigen de la zona utilizó abundante material lítico y esquirlas de obsidiana, que trajo desde el Teide.
Los collares los hizo con cuentas de tipo anular, tubular, cilíndricas y segmentadas, que enhebró con cuerdas torcidas de junco.
Las cuevas de habitación presentan tres partes bien diferenciadas, como la cocina, el lugar de reunión y el sitio para dormir. Es curioso que el guanche que vivió en estas cuevas comió con una cuchara hecha con la concha de la pala conocida como "patella candei".
La concejal de Valle de Guerra, María del Cristo Pérez, dijo que este proyecto es antiguo y que ahopra se trabaja en mejorar el acceso a la playa y dotar a La Barranquera de una plaza y una iglesia.