El concejal de Fiestas del Ayuntamiento de La Laguna, Jonathan Domínguez, ha decidido rescatar para la víspera de Reyes de estas Navidades una tradición que se perdió hace más de 80 años, y que consistirá en la bajada de Sus Majestades de Oriente desde las Montañas de San Roque, para luego entrar en el Real Santuario del Santísimo Cristo lagunero y adorar al Niño Jesús conocido con el nombre de los Afligidos, que llegó a la ciudad en 1732, procedente de Génova.

Jonathan Domínguez ha destacado que esta es una de las varias sorpresas que tiene preparadas dentro de los actos conmemorativos del primer centenario de la Cabalgata de Reyes de La Laguna, que se celebrará en la Navidad de 2012.

Sobre esta tradición que rescatará este año el Ayuntamiento de La Laguna y dejará una huella en el acontecer histórico de la ciudad, en lo que a rescate y difusión de costumbres se refiere, el historiador lagunero Julio Torres recuerda que "la prensa local de la época se hizo eco del éxito de esta celebración, destacando especialmente la gran animación que hubo en las fiestas de los Reyes, así como los fastuosos trajes de los orientales, señores y más séquito, que estaban deslumbradores. Asimismo, relataron que lo monarcas orientales, al entregar las ofrendas, recitaron, con verdadero gusto, sentidos versos. El templo y portales eran reducidos para contener el gentío".

Los cronistas del pasado describen que "ayer, para despedir al Niño y ver a los Reyes, fueron incontables las personas que todo el día desfilaron delante del Nacimiento Franciscano. El miércoles, mañana, principia el quinario al Niño Afligido, devota efigie que se venera en esta iglesia. Los actos del quinario se recitarán durante las misas de ocho. Acabarán los cultos con la comunión terciaria del domingo y sermón. Terminadas las fiestas de Pascuas, con la de Reyes, se quitó hoy el Nacimiento. Las cosas han vuelto a su estado normal. No será hiperbólico decir que, sin faltar uno, han desfilado, varias veces, todos los niños de La Laguna y sus campos ante la cueva de Belén, de San Francisco, hallando siempre maravillas y cosas nuevas que admirar".

En el inventario del Convento Mayor de San Miguel de las Victorias, según la investigación llevada a cabo por Julio Torres, consta que en 1732, Nicolás Saviñón, apellido de ilustre descendencia en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna de los siglos XVIII y XIX, hizo traer desde la ciudad de Génova, para colocar en el altar de San Nicolás de Bari del templo de San Francisco, un Niño Jesús de singular hermosura y muy devoto. Y dice el guardián Felipe de San Francisco que esta talla de madera policromada se colocó dentro de una urna con pilares salomónicos sobredorados, con vidrieras por todos los lados para que pudiera verlo bien la devoción de los fieles.

Sobre el origen de la denominación de Niño de los Afligidos, la historia apunta, que también podemos hallarla en las Crónicas Franciscanas de España (Capítulos XXVII y siguientes), que hablan del Niño Jesús Afligido de Mula. Según el historiador franciscano del siglo XVIII Fray Pablo Manuel Ortega, por este lugar llamado "Albalat" (Murcia]) pasó la epidemia de 1648, y el huérfano Pedro Botía afligido y sin consuelo tuvo aquella visión del Niño Jesús que hizo que por 1694 se levantara una ermita en el mismo sitio donde se apareció el Niño, posteriormente denominado "Niño Jesús Afligido de Mula".

Pastoreando ovejas

Las crónicas hablan de que hallábase quien posteriormente sería Fray Pedro de Jesús Botía en dicho paraje de Albalat pastoreando unas ovejas, muy afligido, cuando se le apareció un hermoso Niño, con una cruz en su mano derecha, vestido con un traje de Nazareno. Cuando el Niño le preguntó por qué estaba tan afligido, el joven pastor le contó lo que sucedía con la epidemia de peste. Luego le preguntó quién era; tras responderle que era el Niño de Belén, le dijo: "Toma mi Cruz y sígueme".

La leyenda devota del hacedor de milagros del pequeño Santo Niño, según Julio Torres, "surgió en España. En Atocha, actual suburbio de Madrid, muchos hombres estaban en prisión debido a la fe que profesaban, siendo sus familias quienes debían ocuparse de alimentarlos. Sin embargo, el califa emitió una Orden según la cual únicamente los niños de doce años o menos años podían llevar alimentos a los prisioneros. La desolación se apoderó de las familias que no contaban con niños de tal edad; afligida, rogaron a la Virgen de Atocha hallar la forma de alimentar a todos los miembros de la familia".