UNA VEZ MÁS nos vemos sorprendidos por la noticia. No son rumores, como en otras ocasiones, de que el Ayuntamiento de La Laguna ha decidido librar el espacio ocupado por una ONG, desde hace tiempo, en la Casa de los Capitanes, trasladándola con todos sus bártulos a la Casa de Anchieta, en la plaza del Adelantado.

Llevar oficinas a la Casa de Anchieta introduce nuevas dificultades, no se sabe si insalvables, para culminar el proyecto tan deseado de convertir aquella casa en el lugar de referencia de la importante figura universal, cuya semblanza ha sido muy bien dibujada en el justo artículo del que es autor Eliseo Izquierdo "De la Casa de Anchieta, el CICOP y otras incongruencias" (EL DÍA, 27 de octubre de 2011). No sabemos si se trata de una hábil y desconsiderada maniobra o, quizás, de un error multiplicado por veintisiete, que son los sitios que ocupan en el salón de plenos los elegidos por el pueblo. Pero de lo que sí estamos seguros es de que una complicada labor de cinco lustros, aderezada por las cuentas del rosario de acuerdos municipales, se ha descompuesto con difícil arreglo.

Es sabido que para coronar ese fin se superaron, en los años ochenta, una serie de escollos encaminados a la adquisición del histórico inmueble y a que la Corporación se comprometiera, como así lo ha hecho en varias ocasiones, a dedicar este lugar a una de las personalidades más relevantes del humanismo canario y español e hijo preclaro de La Laguna. Pensamos que tan valiosa iniciativa podría hacer que las generosas manos de Anchieta, representadas con gran emoción por Bruno Giorgi (1960), se extendieran sobre su ciudad natal para actuar como un puente sobre el Atlántico, dando oportunidad a que La Laguna eleve su presencia y su prestigio.

Dotar e instalar la Casa de Anchieta en La Laguna entendemos que significaría, como bien se ha dicho, saldar "una deuda de honor" y sería, al mismo tiempo, la superación de un prolongado y desconsiderado abandono de este patrimonio cultural de primer orden. Muchas puertas de la ciudad se abrirían con esta llave, y además, pero no menos importante, la Laguna daría, colocando las cosas en su sitio, testimonio de su reconocida personalidad histórica, últimamente algo desdibujada. También, al ser algo que se desea ampliamente, ayudaría a conseguir un sentimiento bien ganado de autoestima y satisfacción colectivas, como pueblo culto y de altura de miras que es. La sociedad civil no puede quedar al margen de cosas tan importantes y la corporación municipal debe dar, diríamos que como obligado cumplimiento, todos los pasos necesarios para conseguir una rápida y justa solución a esta inesperada e incongruente situación.