En la calle San Agustín, 77, lleva abierta al público la tienda Caprichos, que es la última bombonería del casco histórico, con 30 años endulzando el paladar de los laguneros con los mejores bombones traídos de Bélgica.

Esta bombonería es de Diego Torres Perdiguero y Petra Fernanda Díaz Rodríguez. Un matrimonio que se caracteriza, principalmente, por su amabilidad y un buen trato que ha contribuido a que su clientela le sea fiel. Hasta tal punto que los niños del ayer, convertidos hoy en abuelos, le siguen comprando bombones para ellos y para sus nietos.

Caprichos, a los 30 años de vida, sigue manteniendo el color verde de sus paredes y el mobiliario de la época, lo que le confiere un ambiente muy especial y confortable, ya que sus propietarios, con sus cualidades humanas, logran que el cliente se sienta como en familia.

Hace 30 años, como destacó Diego Torres, traía bombones catalanes, pero muy pronto se pasó a los belgas, vendiendo en el pasado a 1.000 pesetas el kilo, cuando hoy supera los 40 euros.

Los bombones belgas -explica Diego- "son muy delicados por lo que hay que conservarlos en mostradores-neveras a una temperatura adecuada".

Una de las cosas más curiosas de esta bombonería es que cuando entra una persona, Diego Torres le da a probar al posible cliente uno de los bombones más selectos, y cuando lo prueban, "siempre dicen Dios que rico. Esa expresión es la que me demuestra la calidad del producto que vendo".

Los bombones estrella de Caprichos siguen siendo el almendrado, el de nuez con chantillí, el de licor y el de trufa. Todos ellos, con sus colores naturales o las envolturas forman un mundo de color que atrae más con la vista que con el paladar, aunque luego es lo contrario al probarlos.

Diego Torres trata a sus bombones con una gran delicadeza, y los coge con una pinzas porque son para él más que una mercancía, "son algo -dice- que forman parte de mi vida y con ellos hemos hecho felices a muchos jóvenes y mayores".

Caprichos fue también la primera tienda en introducir artículos de boda, bautizo y Primera Comunión, y para Diego Torres representa una gran satisfacción que en importantes acontecimientos de la vida de familias laguneras, como los citados, sus bombones hayan estado en las mesas de los banquetes, cócteles o brindis.

Diego Torres y su señora, Petra Fernanda, venden sus bombones belgas en cajitas ya preparados con sus lazos y papeles de colores, o los preparan en soportes como cestas o recipientes de cristal.

Degustar bombones en Caprichos no solo aporta el sabor belga, sino el de la tradición que encierran las paredes de la bombonería. Además esta tienda es lugar de tertulia cuando acuden a comprar los muchísimos clientes de Diego Torres. Un hombre que cuando ve a un niño sin recursos desconsolado mirando sus exquisiteces siempre hace caso a su corazón y le regala un bombón, con la intención de hacerlo feliz.