La ciudad de Aguere cumple 175 años de cuando la Comandancia de Ingenieros desecó la laguna que le dio nombre, según hace constar el Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop) en su trabajo sobre las efemérides laguneras.

Las primeras referencias sobre lo citado, según el profesor Constantino Criado, hacen referencia a la afirmación de Viera y Clavijo sobre la ejecución de algunas obras de drenaje antes de la segunda mitad del siglo XVIII, pero no debieron ser eficaces si tenemos en cuenta la descripción que hace el viajero francés Milbert en 1812, al afirmar que "la vista de este pantano me provocó la idea de que se podría sacar un gran partido a la llanura de La Laguna y crear en ella praderas naturales, desecando las ciénagas y dando salida a las aguas estancadas".

La presencia de la indicada ciénaga a principios del siglo XIX se refleja en un plano anónimo de 1814, en el que se puede apreciar el camino de San Diego y un pequeño fragmento del paseo Oramas. Según este plano, afirma Criado, "el canal que desaguaba la laguna viene zigzagueando desde el norte, siendo posible que el antiguo cauce que alimentaba la laguna -que probablemente era el practicado en el siglo XVI para aportar agua al lago-, se hubiese unido al de salida, dificultando así la alimentación del humedal, lo que redundaría en su bonificación para la puesta del cultivo".

En 1839, ya la laguna había sido desecada, ya que el ilustre geólogo Sabino Berthelot habla de que "todavía se vive confortablemente en La Laguna, y muy barato: durante el verano los alrededores de la ciudad son muy agradables. Los bosques cercanos esparcen su frescor, y gracias a las obras de drenaje de la vega, lo que fueron aguazales son hoy terrenos muy fértiles".

El plano de Pereira Pacheco demuestra que ya la laguna había sido desecada, ya que en dicho documento aparece trazado el actual camino Largo, la carretera de Tejina, y los caminos de Las Peras y La Manzanilla, estando toda la superficie de la vega ocupada por casas y zonas de cultivo.

En 1837 se acometieron trabajos para la nivelación de La Laguna, con lo que se pretendía mejorar el drenaje e impedir que se repitieran las inundaciones como la ocurrida con el huracán que azotó la ciudad en 1826.

La nivelación fue acompañada de un trabajo de levantamiento topográfico, terminado el cual se procedió a excavar una zanja, que enlazó el canal de salida original con el camino Largo, las huertas de Silverio Alonso y las del camino de San Diego y Lucas Vega, terminando cerca de la plazoleta de Manuel Verdugo, como se puede apreciar en un plano de Manuel de Oraá.

Con estas últimas obras, el lago pasó de forma definitiva a formar parte de la historia de la ciudad, debiendo destacar la última descripción que hizo Olivia Stone en 1888: "Hoy en día el lago ha desaparecido totalmente, reapareciendo solamente en la época lluviosa como un área pantanosa. La desaparición se atribuye a la destrucción masiva de árboles que ha sido permanente desde que los españoles conquistaron la Isla en 1496".

Queda pendiente para un futuro, como ha dicho Constantino Criado, recuperar el pasado prehistórico del lago, estudiando sedimentos y pólenes y estableciendo la secuencia de cambios en los ritmos de aluvionamiento.