La ciudad de La Laguna está cargada de hechos históricos que, en los últimos años, suelen pasar desapercibidos para los responsables de velar por las efemérides de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad, como es el caso de los cinco siglos de historia que cumple el antiguo hospital de San Sebastián, ya desaparecido, y que estuvo en el espacio que hoy ocupa el Asilo de Ancianos.

Dado que hace 500 años se iniciaron las obras de dicho centro, que es citado por muchos historiadores y figura en cualquier guía, el Ayuntamiento de La Laguna, a través de sus áreas de Cultura o Patrimonio, podría haber conmemorado el hecho histórico. Para ello no tendría que ver la crisis, porque en el mismo Asilo de Ancianos, donde estuvo el hospital, hubiera sido posible celebrar un acto institucional sencillo con una conferencia, una actuación musical y el descubrimiento de una placa en la fachada del inmueble, que informe a presentes y futuras generaciones y a los turistas que en el edificio que acoge a los mayores de la ciudad hubo en el pasado un hospital con una importancia sanitaria y social.

El hospital lo fundó el conquistador y alguacil mayor de Tenerife Pedro López de Villera en 1507, casado con Ana Gutiérrez, hija del conquistador Guillén Castellano. Poseedor de cuantiosas datas de tierra en Tegueste y La Orotava, este antiguo poblador de la isla de Tenerife, otorgó testamento ante Sebastián Páez, el 17 de marzo de 1507, dejando la mitad de sus bienes para la construcción y el mantenimiento de un hospital y designando al Cabildo de la Isla como patrono del mismo y ejecutor de su última voluntad.

El 22 de agosto de 1511, el Adelantado, a petición del Cabildo, daba para la construcción del hospital un solar de 60 pasos en cuadrado, comenzado las obras en 1512, guiadas por el albañil Blás Afonso.

El edificio se concibió para que convalecieran los enfermos que se curaban en el hospital de los Dolores con rentas suficientes. Las medicinas se reducían a ungüentos, emplastos y lamedores. Los documentos que custodia el Archivo Histórico Municipal de La Laguna añaden que la libra de carne de vaca o de carnero que se compraba para los pacientes costaba unos 7 maravedíes.

En 1640 se trató de instalar en el hospital un convento de Bernardas, proyecto que no prosperó. El 8 de abril de 1712, el Cabildo acordó pedir del prefecto general de los Bethlemitas el envío de dos religiosos con destino al cuidado de los pobres del hospital, comisionado para hacer las oportunas gestiones al coronel Francisco de Molina Quesada y al capitán de caballos y carrozas, José Tabares de Cala y Prieto, ambos regidores.

En 1722 se hicieron cargo del edificio los Bethlemitas y la Corona aprobó la cesión, pero algunos años después lo abandonaron.

El edificio sirvió de casa cuna, cuartel, gallera y casa de vecindad, pues el ayuntamiento, al administrar el inmueble, lo dedicaba a lo que más convenía.

El edificio fue tirado en parte y abierto al culto de nuevo en 1886, hasta llegar el año 1897, en que dos hermanitas de los Pobres Desamparados llegaron a La Laguna con el propósito de fundar el actual Asilo de La Laguna.

Del año 1756 data la cerca de muros de toda la huerta del hospital, así como la fuente pegada a la pared que da a la plaza del Cristo, donada por el Cabildo. Por los años 1774 y 1735, se hicieron obras importantes, entre las que cabe destacar la construcción del coro.

En la década de los sesenta se construyó, en torno a la ermita, el actual edificio del Asilo, desapareciendo toda la edificación anterior, así como la plaza. Si bien, el edificio de la ermita del antiguo hospital, reedificada en la segunda mitad del siglo XIX, no ofrece mucho interés, si cabe destacar su artesonado mudéjar, característico de las ermitas de la ciudad. En su interior conserva algunos lienzos y tablas muy importantes.

Los documentos antiguos aportan datos interesantes relativos a quienes trabajaron en el hospital de San Sebastián, como el cantero Juan Caballero que, según lo convenido con el mayordomo de dicho centro, Cristóbal Moreno, fue el que hizo un arco de piedra de 18 pies por el que cobró 9.000 maravedíes.

El carpintero Simón Gómez acometió las obras para armar el techo de la iglesia del hospital, igual que la cubierta del templo de San Miguel.

Jacobo Machado y Fiesco fue el encargado de dorar el retablo mayor de la iglesia del hospital de San Sebastián.