La matraca de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán volverá a sonar en esta Semana Santa, gracias a los arreglos de restauración que está llevando a cabo de la misma el profesor de Artes Plásticas Carlos Leocadio González López, que centra su trabajo en el tratamiento del deterioro de la madera y las partes de hierro que estaban oxidadas. Todo ello, debido al paso del tiempo, a la humedad y a las lluvias. La obra es posible gracias a la ayuda del párroco Lucio González Gorrín.

Es de destacar que el propio Carlos Leocadio será el encargado de tocar este año la matraca de Santo Domingo, el Viernes Santo, cuando llegue el Cristo de La Laguna a dicho templo, y cuando salga de este la procesión del Santo Entierro y por la noche a la entrada de la procesión del Silencio.

La matraca es una rueda de tablas fijas en forma de aspa, entre las que cuelgan mazos que al girar producen un ruido grande y desapacible.

Desde el punto de vista musical, como ha dicho Melchor Padilla, las matracas forman parte del grupo de los idiófonos, es decir, de aquellos instrumentos que frotados, agitados o percutidos producen su sonido por el material que lo forman. La de Santo Domingo consta de un eje con manivela sobre el que hay cuatro tablas formando aspas, entre las que cuelgan mazas que las golpean cuando se hace girar.

La utilización de la matraca, según Padilla, "está ligada desde antiguo a la liturgia de Semana Santa, pues tradicionalmente tenía como función principal sustituir a las campanas durante los días del triduo sacro, concretamente desde la hora nona del Jueves Santo, después del Gloria de la misa, hasta la tarde del sábado, y formaba parte importante del ya desaparecido Oficio de Tinieblas. Para la tradición católica su sonido recuerda el estruendo que se produjo en el momento en que el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló y las rocas se hendieron". La matraca llegó a España gracias a los árabes y se adaptó bien en la Europa Medieval.

Del nombre de este instrumento proviene la expresión "dar la matraca" o "dar la matraquilla", queriendo indicar insistencia pesada y molesta.

La cofradía de la Misericordia de la parroquia de Santo Domingo destaca que emociona la salida de la procesión cuando rompe el silencio de la tarde la matraca para convocar a los fieles a los cultos y en las salidas procesionales, dada la prohibición de utilizar las campanas en dichos días en reflejo del duelo que se ha de guardar por la muerte del Redentor.

La matraca es uno de los elementos con mayor tradición a la hora de anunciar la salida o entrada de las procesiones.

El restaurador comprueba el movimiento de los mazos, para el día en que sea tocada la matraca nada falle y los golpes contra la madera sean precisos y aporten el sonido igual que se oía en la ciudad en el pasado.

Uno de los mazos de la matraca está agrietado, por lo que es examinado con especial atención no solo para aplicarle el tratamiento adecuado sino para que no continúe su deterioro de cara a un futuro y salvar dicho elemento.