Desde primeras horas de la madrugada un grupo de niños trabajaba en San Agustín, junto al obispado, en los preparativos de su alfombra. Una de las casi ochenta que se repartieron en un trayecto que devolvió el protagonismo a la Catedral de La Laguna, en detrimento de la Concepción, pues el templo había permanecido cerrado por obras en los últimos doce años.

El olor a incienso, y el de la tea, apenas pudo competir con el del brezo y ese aroma afrutado que caracteriza el Corpus lagunero, donde se impone la mayoría de tapices de flores, más que de arenas. En los últimos años, junto a estos clásicos materiales, también ha irrumpido la caña o palillo, en algunos casos a modo de aplique confeccionado en casa que luego incorporan en la alfombra.

También se han convertido ya en un clásico las "sábanas" de papel "made in" salón parroquial sobre las que el catequista amañado pinta el dibujo en el que proyectó la estampa y luego los chicos perfilan con soga teñida. Y, a partir de ahí, se extiende y a rellenar. Y así horas y horas, hasta que llegue la procesión y el desfile de autoridades.

En la comitiva, Julián de Armas, deán de la Catedral, que en septiembre dejará paso a su sucesor con la misión cumplida de haber reabierto el templo.

No solo fue la procesión de despedida como deán para Julián de Armas, sino también para algunos, o muchos, miembros de la Corporación, que tal vez el próximo año, en función de la fecha de la celebración de las elecciones municipales, no revaliden sus actas.

La Laguna volvió a congregar ayer a miles de visitantes, en un fin de semana que comenzó con el Día de la Música, a ritmo hip hop en algún caso, para despedir el domingo al paso de música sacra. Espectaculares algunos tapices, lo que contrastó con la originalidad de otros... Quizás se esperaba que el Padre Anchieta, este año ya santo, capitalizara el motivo central de más alfombras, pero se imponen los motivos más clásicos en una laguna de pétalos que arranca y comienza en la catedral. La del Corpus.