Pueden recorrer a lo largo de la semana 40 o 50 kilómetros por las sinuosas carreteras del macizo de Anaga para dar clase en los cuatro colegios que aún permanecen abiertos. Pero, por lo general, suelen hacerlo con gusto.

Los profesores itinerantes -también los directores de los centros- que han sido destinados a cubrir las necesidades formativas de los niños de este enclave natural pueden decir mejor que nadie que llevan la docencia a cuestas.

Javier Mejías es uno de ellos. Profesor de Educación Física, el viernes cumplió parte de sus 20 horas semanales para las que fue contratado por la Consejería de Educación entre dos colegios. Primero dio clase en Las Carboneras, un colegio con 13 alumnos y perteneciente al municipio de La Laguna, y luego, previo recorrido de once kilómetros -cobran 0,19 euros por kilómetro recorrido de un centro a otro-, culminó su jornada en Roque Negro, con sus siete niños, y ya en el municipio de Santa Cruz.

"La experiencia es muy buena", asegura Mejías, quien ya el curso pasado vivió algo similar en otro de los Colectivos de Escuelas Rurales (CER) de Tenerife, en La Matanza. Estos colectivos unen a centros que comparten una misma realidad geográfica, sociocultural y educativa.

"Por la nobleza de los niños y por los paisajes merece la pena venir aquí", enfatiza este docente, en cierta medida afortunado por haber sido contratado por 20 horas lectivas a la semana. Otros no han tenido tanta suerte y sus contratos son por menos tiempo y tienen que completar su horario lectivo en centros fuera del CER Anaga.

Normalmente, los especialistas suelen itinerar dos centros cada día, a no ser que, por disponibilidad, se mantengan en un mismo centro. Es más, su puesto de trabajo está catalogado como "puesto de difícil desempeño".

Junto a música y educación física, el resto de especialidades "itinerantes" son inglés, francés, religión y pedagogía terapéutica.

Y si hay alguien que conoce bien cómo es la educación en el macizo esos son Paco Reyes y Fátima Castro. El primero ejerce su profesión en esta zona desde hace más de dos décadas y es en la actualidad director del CEIP Las Carboneras. La segunda, también con muchos años a cuestas por Anaga, es coordinadora del CER Anaga y profesora intinerante de música. Casi se podría decir de ellos que son unos habitantes más del macizo.

Ambos han vivido y conocido el triste episodio que siempre supone el fin de la actividad de un centro. En concreto, en los últimos años han sido cinco los colegios de los caseríos de Anaga que, por escasez de alumnos, han cerrado sus puertas: Afur, Casas de la Cumbre, Taborno, Almáciga y, el pasado curso, Chamorga. "Lo malo es que el que cierra ya no abre más", lamenta Reyes.

Y los que quedan siempre están amenazados por lo mismo. Este curso, en los cuatros que permanecen operativos hay escolarizados un total de 55 niños, y solo uno cuenta con dos unidades diferenciadas, el de Taganana. El resto -Roque Negro, Igueste y Las Carboneras- solo tiene una clase con alumnos de varios niveles. Es decir, que un mismo profesor se encarga de dar todas las asignaturas "troncales".

"El problema que tienes aquí es que para recorrer 20 kilómetros tardas mucho más que si lo haces de Santa Cruz al Puerto", subraya Paco Reyes. "Yo voy ya por el tercer coche", enfatiza Castro. Y es que, aunque ambos destacan el buen estado de las carreteras de Anaga -están bien cuidadas, dicen-, la climatología del invierno no deja de ser complicada.

Este es alguno de los problemas que se encuentran los profesores itinerantes, que se trata de compensar a la hora de establecer los horarios. Aún así, ninguno se arrepiente de su trabajo. Es más, aseguran que engancha. "Algunos de los profesores a los que han contratado otros años les gustaría volver a dar clases aquí", añaden.

Los colegios de Anaga, en cifras

Como ejemplo de que la educación en los caseríos es particular, los datos del reparto de alumnos. En el de Roque Negro, que dirige María Mamely desde hace once años, cursan siete niños que se reparten en dos de infantil de cuatro años, dos de 3º, uno de 4º, uno de 5º y otro de 6º. Mientras, en Las Carboneras son 13 los niños que se reparten en los cinco niveles de Infantil y en 1º, 2º, 3º y 4º. En Igueste, en cambio, los once alumnos se distribuyen de la siguiente forma: uno en Infantil de 3 años, tres en Infantil de 4 años, uno en Infantil de 5 años, dos en 1º, uno en 3º, dos en 4º y º en 6º. Por último, en Taganana, el colegio con más niños, el reparto es el siguiente: en una unidad hay cuatro niños de Infantil de 4 años, dos de Infantil de 5 años, tres de 1º y seis de 2º. En la otra estudian cuatro alumnos de 4º, dos alumnos de 5º y tres de 6º.