El asunto empezó en un bar, "echando unas perras de vino" con unos amigos, muchos de ellos ya fallecidos, y ya son 36 años consecutivos. Así de simple resume Senén Lorenzo Martín la historia del árbol de navidad más famoso de Pedro Álvarez, en Tegueste.

Durante todo este tiempo, es decir, desde el año 1978, este vecino se ha encargado de darle la bienvenida a la Navidad con un enorme "pino" de hierro, de unos seis metros de altura, con luces de colores, que coloca junto a su casa, en el lomo del Camino Mazapé.

Para los vecinos de este barrio, y para parte de los que habitan en los alrededores, la época navideña no ha llegado hasta que el árbol de Senén no alumbra desde el lomo. "La gente me pregunta mucho cuándo lo enciendo", dice.

Y lo hace, fiel a su cita, cada primer domingo de diciembre. Este año, y como excepción, el pino está encendido desde la noche del viernes.

Da igual que haga frío o llueva, como es habitual cada vez que Senén y sus "ayudantes", su hijo Francisco Julián y su amigo Rufino, comienzan a armar la estructura de hierro.

"Es raro que hoy -por el viernes por la mañana- no haya llovido", comenta entre risas Julián, mientras aprieta las bombillas subido a la escalera. "El día que lo armamos solemos pasar más frío que tontos", añade.

Entre tanto, Senén supervisa desde el suelo cómo marchan unos trabajos que, según recuerda, antes -finales de los 70 y en los 80- eran mucho más complejos. "Estoy vivo de milagro", subraya, antes de contar cómo fue la historia.

"Una vez fuimos al monte -antes el pino era natural hasta que lo prohibieron las autoridades- unas 18 o 20 personas a cortar -con un hacha- un pino. Yo lo llevaba cogido por el tronco y, en un momento dado, me caí para atrás. Gracias a que una piedra que había en el suelo hizo soporte me salvé de que me cayera encima", detalla este jubilado de la empresa Dragados.

En esa época, recuerda también con cierta nostalgia, la electricidad para encender el árbol de Navidad, que llega a verse desde lugares tan distantes como el Boquerón, el Socorro y hasta La Esperanza, la cogía de su casa. Desde hace un tiempo, el enganche se hace desde una farola cercana.

Y tanta constancia ha tenido su recompensa. El Ayuntamiento de Tegueste, por un lado, y la parroquia de Pedro Álvarez, por otro, han reconocido en varias ocasiones el esfuerzo que, cada año, realiza Senén, junto a sus colaboradores.

Pero no han sido los únicos. Recientemente ha recibido también otra distinción, tal vez más importante, por su colaboración con el pueblo. Se la entregaron los propios vecinos el pasado mes durante la celebración del Día del Vecino. Otro premio a su trabajo.

Por cierto, trabajo que "como herencia" le dejará a su hijo Julián. "Tiene ese castigo. Esa es mi herencia", ironiza Senén Lorenzo, quien, acto seguido, advierte: "Aunque me muera el 1 de diciembre, el siguiente fin de semana tiene que hacerlo".

Y es que el árbol navideño de Pedro Álvarez no ha faltado a su cita nunca, y su creador no quiere que lo haga. Al fin y al cabo, con viento, lluvia y frío, el pino de Senén anuncia la Navidad, y despide estas fiestas. El que quiera verlo, lucirá el lomo del Camino Mazapé hasta el día de Reyes.