Tiene apenas 24 años -25 en enero-, pero deja entrever una madurez que nada tiene que ver con su edad. Es Luis Martín, un joven teguestero, aunque criado en el lagunero Camino del Tornero, cuyo amor por los animales, en este caso por las vacas (bastas), le aleja de los estereotipos formados en torno a los chicos de su edad.

Ejemplo vivo de la absorción que hizo el sector de la construcción sobre los jóvenes que cambiaron los estudios por el dinero fácil, García forma parte ahora de ese amplio grupo de canarios que no salen de las listas del paro.

Aunque, en su caso, con una salvedad: mitiga la falta de trabajo con el cuidado de sus vacas, que se han convertido en su único medio de vida. Es decir, que Alegría, Centella, Clavellina y Pajarita, a las que ahora se han sumado los terneros Palmito y Dorado, son tanto su sustento económico como su hobby.

Su amor por esta raza de vacas, de las que ha llegado a poseer hasta doce, lo heredó de su abuelo, que siempre las tuvo en casa. De ahí la defensa que hace de ellas, a pesar de su poca rentabilidad. "La crisis y otros problemas que han surgido en los últimos tiempos han ido acabando con las romerías y los arrastres", lamenta Martín, quien remarca que ambas celebraciones eran dos de las principales fuentes de financiación para los propietarios de estos animales.

Ahora, subraya, "se saca de donde se puede" para mantenerlas. Es decir, que a la ración y a la paja, que se compra, suma otras hierbas, piteras y plátanos -estos últimos los va a buscar una vez por semana al Puerto de la Cruz-. "Y las cuatro grandes comen mucho", advierte.

Y todo ello supone un sacrificio que un joven como él conoce bien. "No es como la albañilería, que acabas el viernes y no vuelves hasta el lunes", enfatiza. "Esto es de lunes a lunes. Y si te vas de fogalera tienes venir sí o sí. Más tarde o más temprano, pero tienes que hacerlo", añade.

Y eso que ahora su pequeño establo está cerca de la carretera, en Pedro Álvarez, en un terreno arrendado a un amigo. Antes, hace algo más de dos años, su pequeña cabaña ganadera estaba en El Solís, en los altos de Tegueste, en una zona en la que tardaba hasta media hora para llegar en coche.

Por eso no duda en afirmar que estas vacas solo las tiene "el que le gustan". Y a él le gustan mucho.