No hace falta preguntarle por su "tercer apellido", porque él mismo lo aclara: Soy Juan Manuel Hernández Bacallado, "El Puncha". A sus 52 años, este pintor, peón de la construcción, empleado de cementerio y ahora canalero lleva más de media vida aferrado a una tradición: la elaboración del Barco de Tegueste.

Presidente de la Asociación Cultural y de las Tradiciones Barco de Tegueste desde 2004, "El Puncha" confiesa que trabajar en la creación de esta curiosa nave le gusta "desde muy pequeño". Como maestro de lo que sabe hoy recuerda a "don Manuel López", el presidente más longevo que ha tenido el barco, pues estuvo al frente de él más de 40 años.

Casi nada si se compara con los más de cuatro siglos que perdura esta curiosa tradición en el municipio, donde existen otros tres barcos similares: Pedro Álvarez, San Luis y El Socorro.

Según cuenta Juan Manuel, surge como promesa de los vecinos del pueblo, en 1590, para evitar la peste de landres, que por aquel entonces hacía mucho daño en la Isla. Finalmente, la enfermedad apenas llegó a Tegueste y la promesa no solo se cumplió, sino que perdura con fuerza.

De ello se encargan tanto "El Puncha" como otros trece compañeros: Claudio, Marcos, Jerónimo, José Luis, Isidro, Gonzalo, Josechu, El Titi, Narci, Lolo "el cerrajero", Lolo "el abuelo", Juan Fauna y Tony. Todos marineros, pero de tierra adentro.

Ellos se encargan de mantener al día la nave, fabricada en 2003 en una escuela taller de carpintería municipal en madera de "pinsapo". "La anterior estaba ya muy deteriorada", recuerda "El Puncha", quien explica que el hecho de quemar fuegos artificiales dentro del barco reduce su vida útil. Con todo, precisa que "si se cuida" puede durar más de 50 años.

Y los fuegos se queman dos veces al año, a partes iguales: en las fiestas de San Marcos y en las de Nuestra Señora de Los Remedios, las dos grandes celebraciones en las que "navega", tirado por una yunta de vacas, el barco que patronea Juan Manuel. Aunque también ha viajado por otros mares como la romería de San Benito.

En cada una de ellas, los animales son distintos. Cosas de la navegación, y de la cortesía. En la romería de San Marcos, las vacas que tiran del barco son de Francisco Javier; en Los Remedios, de David Álvarez; y en el embarque tierra adentro, de Juan González y Juan Eduardo. "Me gusta darle oportunidad a todos", reconoce.

Por cierto, aunque, a priori, parece fácil, "El Puncha" calcula que en armar su nave tarda unas dos horas y media. "Y luego hay que vestirla", precisa, al hacer referencia a la colocación de las velas. En total, unos 6,5 metros de altura, casi la mitad de lo que medían los barcos de antaño, recortados para evitar su roce con los cables de la electricidad. "Me gustaría que fueran más altos otra vez, para que luzcan más", enfatiza. Mientras, él seguirá navegando en tierra.