Da igual el punto en el que se esté. Que haga calor o que se nuble, como ayer, a ratos. Lo importante es poder verlo pasar. En silencio. Con el ruido de las campanas de la Catedral de fondo y el de los tacones del ritmo marcial de los militares al lado. Así es la procesión del Santísimo Cristo de La Laguna; la de su regreso a "casa".

Miles de personas volvieron a llenar ayer las calles de La Laguna en el día grande de las fiestas. Agolpadas a lo largo de todo el recorrido procesional. Unas con más comodidad que otras. Todas con el mismo objetivo.

Con la Catedral como testigo, y sin el componente político del año anterior, con el esperado encuentro entre Paulino Rivero y Fernando Clavijo, este año apenas hubo morbo (político). Si acaso ver como alcalde, por un rato, a Javier Abreu, mientras José Alberto Díaz ejercía como representante del rey y pasaba revista a la tropa. Un pequeño intercambio que no se produce en la admirada presencia militar. Ayer también lo fue.

El día grande de las fiestas del Cristo, también de los laguneros, solo tuvo un protagonista: el fervor por la imagen del Crucificado moreno. "Mirar al Cristo es mirar a nuestra salvación", llegó a decir monseñor Ginés Ramón García, obispo de Guadix, ayer predicador en la santa misa. "La fuerza del Señor Crucificado es tal que no puede dejar a nadie indiferente", subrayó además el prelado, que tuvo palabras para los refugiados que "llaman" a las puertas de Occidente. Un detalle de realidad después de casi dos horas de una homilía que comenzó tras llegar al templo la procesión cívico-militar con el Pendón Real.

El Crucificado inició el regreso a su "casa" en el Real Santuario de la plaza del Cristo unos minutos antes de las 13:00 horas. Parada obligatoria a la altura del Orfeón La Paz -ya forma parte del ceremonial- y otra improvisada (de dos minutos) en plena calle Juan de Vera por el desmayo de un esclavo en la calle San Agustín (curiosamente a la altura del Obispado). En adelante, y con el olor a incienso impregnado en el ambiente, algún "Viva el Cristo de La Laguna" más bien tímido (a veces el silencio impone) y lágrimas, muchas, al pasar la imagen junto a los devotos. De todas las edades: bebés en manos de sus madres, jóvenes, ancianos... El cariño no entiende de edades.

Así hasta completar el recorrido en la plaza. Allí, nuevo desfile militar -el primero había sido por la mañana a las puertas del consistorio- y espera hasta por la tarde. Tocaba de nuevo procesión, algo más fresca que la de la mañana, y con visita obligada a los monasterios de Santa Clara de Asís y Santa Catalina de Siena.

Pero era el día del Cristo y faltaban los fuegos artificiales. A pesar de la amenaza de suspensión que se extendió durante el día por la nubosidad -los de la víspera apenas se pudieron apreciar-, los fuegos pudieron quemarse finalmente sin problemas. Era la noche grande de las fiestas. Y el artificio pirotécnico la iluminó.