Es viernes, pasado el mediodía, y llueve en la costa de El Rosario. También en El Varadero, ese núcleo costero que vive aferrado a las rocas y al que el caso judicial -y político-del mismo nombre puso en el mapa hace unos años. Estos días ha vuelto a ser actualidad. Más para mal que para bien.

Casi al mismo tiempo que se conocían las conclusiones del fiscal, ajenos a cualquier pronunciamiento de los tribunales, los que pudieron ser víctimas de tan magna operación urbanística -se pretendía construir 1.000 viviendas- continúan con su vida sosegada junto al mar. Sus apuros ahora son otros. "Fundado", según algunos de los lugareños -evitan dar sus nombres-, hace más de cien años por vecinos llegados, principalmente, de Barranco Hondo (Candelaria), El Varadero es hoy un poblado costero de unas 150 casas, la mayoría en dominio público marítimo-terrestre, como otras tantas que hay en las distintas geografías insulares.

Primero, como segunda residencia; pero, ahora, morada habitual para varias familias -la crisis ha hecho que aumente el número de habitantes fijos-, el núcleo fue creciendo a la misma velocidad que bajaban los burros cargados de bloques y arena a razón de 70.000 pesetas al día. Así se construyeron, en los años 60 y 70, algunas de las casas que hoy conforman el poblado. Sin muchos ornamentos, manufacturadas todas.

Poco a poco, "con mucho esfuerzo y sudor", se fue armando un puzle con el mar, como borde por el Sur, y la controvertida ladera de Varadero, por el Norte, cuyo resultado es el que se encuentra hoy entre Tabaiba y el barranco que limita con Candelaria. Un pueblo como otros muchos, aunque con particularidades.

Aunque en dominio público marítimo-terrestre y, por tanto, amenazados siempre por los temidos derribos, los propietarios pagan la contribución desde hace años al Ayuntamiento de El Rosario. La honradez de los habitantes ha sido tal que, según algunas fuentes, algunos quisieron, hace unos años, actualizar en el catastro municipal el tamaño de su vivienda. Sobra decir qué pasó al no tener escrituras de propiedad.

Pero no es la única singularidad. Por un acuerdo entre municipios (Candelaria y El Rosario) que, incluso, cuesta recordar en el Ayuntamiento rosariero, los habitantes de El Varadero pagan el suministro de agua en la Villa Mariana. Sin embargo, el servicio de recogida de basura lo realiza el consistorio que ahora preside Escolástico Gil.

¿Y la luz? Es otra de las curiosidades del poblado. Aunque cuenta con tendido eléctrico desde años, un servicio que le costó a los residentes unos 6 millones de pesetas, la electricidad se ha quedado a escasos 500 metros. Es la distancia que separa, más o menos, el último poste de luz y las viviendas. En este caso, las distintas reclamaciones vecinales han caído, a lo largo de los años, en saco roto.

¿Cuál ha sido la solución? Como en otros puntos en los que no llega el suministro, los habitantes han optado por un generador que funciona todos los días de 15:00 a 00:00 horas. El control del gasto es igual que si hubiera luz pública: se paga en función del consumo de cada contador.

Por tener, El Varadero cuenta hasta con su propia fiesta. La celebración anual es en honor de la Virgen del Carmen, en una improvisada plaza entre casas en la parte más cercana a Tabaiba. Tal vez fue la patrona de los marineros, ironizan algunos, la que ayudó a paralizar el controvertido plan para la ladera de El Varadero. Ese que ahora se juzga. Porque si de algo están convencidos los habitantes, habituales o esporádicos (los que llegan en verano), es de que si el plan que ideó el gobierno que presidía Macario Benítez hubiese prosperado, ellos ya no estarían allí.