Más de 400 casas, dos asociaciones de vecinos y 50 familias viviendo de manera fija impiden que a Boca Cangrejo, en la costa de El Rosario, se le pueda definir aún como un poblado.

Lo que comenzó siendo (entre los años 60 y 70) un refugio para vecinos llegados de El Sobradillo, El Tablero y Llano del Moro, en su mayor parte, se ha convertido con el tiempo en un pueblo más del municipio rosariero, con casi todos los servicios necesarios para su funcionamiento.

La evolución ha sido tal que ya apenas se pesca -las pequeñas barcas de madera descansan en la costa-, y no solo por la presión de las autoridades competentes, sino porque gran parte de los residentes -fijos y esporádicos- disponen de sus trabajos.

Lejos quedan ya los esfuerzos que hicieron los primeros residentes para construir sus casas. Primero llevando los materiales al hombro, a través de una vereda, más tarde con un pequeño vehículo (un Seat Panda) y luego con un dumper. Hasta que se hizo la carretera, a la que muchos se opusieron a pesar de las ventajas, precisan algunos de los que solo vieron beneficios en ella.

Así se fueron creando las viviendas que conforman Boca Cangrejo, gran parte de las cuales están en dominio público marítimo-terrestre. Una cuestión que, sin embargo, poco ha importado a los vecinos. "Nunca hemos tenido problemas con ello", asegura Estéfana Álvarez, vicepresidenta de la AV Nuestra Señora del Carmen y residente en el pueblo desde hace más de 50 años.

En cierta medida, los hechos le dan la razón. A pesar de la situación administrativa de las casas, Boca Cangrejo dispone de agua, luz (al contrario que El Varadero), teléfono, servicio de correos, iglesia, fiesta... Otra cosa es cuando se pregunta en el Ayuntamiento de El Rosario por cualquier mejora en la zona. "El consistorio supedita cualquier actuación de mejora a las autorizaciones de la demarcación de Costas de Tenerife", precisan fuentes municipales. "Y del Consejo Insular de Aguas", añaden.

Las quejas de los vecinos, sin embargo, parecen de menos entidad: más cuidado de los jardines y algún otro barrendero.

Rafa y el pozo de Buena Salud

Boca Cangrejo esconde, cerca de La Puntilla, algo que para muchos sigue siendo un misterio: el pozo de Buena Salud. En una cavidad ubicada junto a las rocas se acumula, cuando sube la marea, una gran cantidad de agua salada (aunque no tanto como la del mar) a la que se le atribuyen efectos beneficiosos para la salud. Y aunque el lugar no es aún del todo conocido, lo cierto es que se ha ido convirtiendo, con el paso del tiempo, en lugar de peregrinaje para quienes creen en las propiedades de esa agua. Algunos vecinos aseguran que algunos extranjeros recurren al pozo de Buena Salud desde hace más de 20 años. Más o menos el tiempo que lleva como "encargado" de la instalación Rafa. Procedente del barrio de La Alegría, de Santa Cruz, las circunstancias de la vida le dibujaron un camino que acabó en Boca Cangrejo. Y allí vive, junto al pozo, en una casa-cueva que comparte con sus dos perros, Garbancito y Rubí, y que él mismo arregló. Él se ha encargado también de adecentar, "con mis manos y mi dinero", los alrededores del pozo para que luzcan como lo hacen ahora. Y del mismo modo trata de mantener a raya la hierba de algunos jardines. "No me da tiempo a todo", subraya.