"Aquello era histórico; estaba hasta Rueda". La frase es de un conocedor de la intrahistoria lagunera que, tras el reciente concierto de los Niños Cantores de Viena en la Catedral, daba cuenta de la dimensión del acto. Y se valía como elemento de calificación del fotógrafo que ha captado no solo ese, sino todos los grandes momentos de las últimas décadas en el casco: festividades, avatares de la política municipal, procesiones y grandes acontecimientos, como el accidente de los "jumbos", en 1977, y que destaca entre los hechos de mayor trascendencia de su carrera profesional.

El pasado miércoles, Antonio García Rueda (Málaga, 1930) trataba, precisamente, de realizar una composición relacionada con el concierto, siempre con el programa Picasa, cuyas funcionalidades celebra. "Esto tenía que haber llegado 20 antes", señala sobre la era digital y, especialmente, de las cámaras actuales, con las que el trabajo es muy distinto, relata, a cuando revelaba las imágenes con productos como la "hidroquinona" o el "metol".

Cuenta que, en 1955, el Archipiélago iba a ser para él el paso previo hacia Venezuela. Pero se acabó quedando. Inicialmente en La Palma, donde recuerda que dos profesionales locales, Tomás Ayut y Diego Robles, le prestaron una máquina de la época y una ampliadora para que empezara a trabajar.

Años después, durante una Semana Santa, decidió comprarle a un dentista la que aún hoy sigue siendo su casa, en la calle Capitán Brotons. Instalado definitivamente en el centro lagunero, trabajó para la agencia Efe, así como para este periódico y también para el ayuntamiento. Sobre ese último caso, fotografió a cuatro alcaldes de la dictadura y a otros tantos de la etapa democrática. La última en ponerse ante su objetivo, la hoy diputada Ana Oramas.

Y ya jubilado -como puede leerse a la entrada de su domicilio y estudio- sigue con sus ajustes fotográficos y captando imágenes de los grandes hechos, pero también del diario acontecer de La Laguna. Para eso lleva en el bolsillo de su rebeca una compacta Pentax con la que pocos detalles se le escapan. O al menos eso parecen demostrar las instantáneas que guarda en su ordenador y que muestra con satisfacción.