El viejo contraste entre las fiestas populares en sus más puras esencias y el efecto que la masa causa sobre ellas tuvo ayer un ejemplo de libro en Tegueste. El domingo se había vivido una romería que siempre está marcada en rojo en el calendario folclórico tinerfeño, imán de miles de personas, especial, pero en la que también se dan unos picos de afluencia, así como unas escenas de fiesta total, que sin remedio acaban siendo objeto de críticas. Por el contrario, este lunes ese protagonismo recayó en el ganado, las carretas y sus creadores -los carreteros-, las familias. El pueblo, en una palabra.

Para un visitante que no conozca a fondo los entresijos festivos teguesteros y ayer enfilase Prebendado Pacheco, la calle más céntrica y comercial de la Villa, pasadas las 13:00 horas, la impresión no podía ser otra que la de que estaba a punto de salir una romería: los puestos habituales de estas celebraciones (turrones, cinturones y carteras, regalices kilométricas, juguetes...), el sol, mucha gente para tratarse de un día laborable, las campanas de fondo, el público esperando por fuera de la iglesia, la banda afinando, los barcos, el coro cantando dentro del templo y dos hermandades preparadas.

Sin embargo, era lunes -el que sigue a la Romería para ser exactos- y, por tanto, Día del Carretero, el momento en el que Tegueste destaca la figura de los grandes valedores de sus fiestas. Después de años, el calendario llevó a que esta celebración, para muchos locales más sentida que la víspera, cayese un 25 de abril, festividad de san Marcos y día en que el municipio saca en procesión a su copatrón. El desfile de la imagen por las calles cercanas a la iglesia y la posterior bendición del ganado se convirtieron en el prólogo de lo que vendría después o de lo que, incluso, en aquellos instantes ya estaba empezando a tomar forma en la cercana calle Auditorio.

En la vía se unía el aroma de la carne a la brasa, la música típica y, sobre todo, las carretas en exposición, obras de arte realizadas grano a grano y que ayer pudieron ser contempladas al detalle por los amantes de la tradición. Y mientras, los braseros a pleno rendimiento, los amigos reunidos y, en unos cuantos casos, el ofrecimiento al visitante de los productos con los que celebraban un acto que cada vez parece adquirir mayor fuerza. Un poco más si cabe, este lunes fue casi que otra romería. Un san Marcos más local, con menos postureo, sin mogollón.