Ayer no hubo grandes novedades en el arranque de los principales actos religiosos en honor del Cristo de La Laguna. Si acaso que el nuevo rector del Santuario, Daniel Padilla, se hizo esclavo, aunque no es el primer sacerdote que se integra en este colectivo. La cronología de siempre, sin sobresaltos, sin homilías de frases explosivas: el Descendimiento y el besapié, la procesión del Traslado y el inicio del Quinario.

Pero la realidad es que a La Laguna, y de una forma especial a quienes viven más intensamente la intrahistoria de su casco, no les hace falta mucho más. Tampoco a quienes acuden desde fuera del municipio, que no son pocos, cada uno con sus vivencias. Una prueba: lleno como cada año ya desde por la mañana para el Descendimiento del Cristo en el transcurso de una celebración eucarística presidida por el obispo, Bernardo Álvarez, y en la que tomaron posesión de sus medallas los nuevos esclavos. Fue a las 12:30 horas cuando, en semipenumbra, varios religiosos procedieron a la retirada de la talla de su hornacina para su posterior besapié. Los esperados días grandes se encontraban ya en marcha.

La tarde vino a reforzar la teoría: la llegada de la procesión al entorno del Orfeón hizo pequeño el espacio. De allí hacia la Catedral, recibida por el repique de campanas y la interpretación musical del coro de La Concepción. Permanecerá la imagen en el templo hasta el 14, con las cinco jornadas del Quinario -que en esta edición predicará el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla- y el día grande como colofón.