Leoncio Afonso Pérez, geógrafo, doctor Honoris Causa por la Universidad de La Laguna (ULL), poseedor de la Encomienda de Alfonso X el Sabio, nació en Breña Alta el 12 de septiembre de 1916. Ahora, cuando cumple sus 100 años, ofrece una interesante reflexión sobre sus vivencias y múltiples experiencias académicas. Tras cursar sus estudios de Bachillerato en Santa Cruz de la Palma y obtener su licenciatura en Filosofía y Letras, sección de Historia, en Sevilla, desarrolló una labor investigadora y académica en La Laguna con la que ha alcanzado múltiples logros.

Un hombre que se ha dedicado a la vida académica y a formar personas.

Sí, ese ha sido parte del motor de mi vida. Comencé como profesor interino el 13 de marzo de 1940 en el Instituto de Santa Cruz de La Palma, de donde fui reclamado en 1942 por la Universidad de La Laguna para impartir Historia. Luego fui catedrático de Enseñanza Media en los Institutos de La Laguna -el Cabrera Pinto y el Viera y Clavijo- desde 1944 hasta 1985, al mismo tiempo que continué mi labor en la ULL como profesor adjunto, primero, y luego como encargado de la Cátedra de Geografía de Canarias hasta 1982. A estas actividades hay que añadir otras labores docentes en diferentes centros de Tenerife, además de mi trabajo diario de investigación. Una vida docente intensa, recompensada con la mejor de las satisfacciones, como es observar lo que tu trabajo aporta a otros, en particular a los alumnos de los que recibo muestras continuas de afecto.

¿Qué le ha dado mayor satisfacción como persona: su doctorado Honoris Causa o el ser profesor?

Sin duda, el que se me concedieran el doctorado Honoris Causa fue un motivo de auténtico orgullo. Tuve además la ocasión de recibirlo a la vez que un gran pensador y lingüista: Emilio Lledó. Sin embargo, he de decir que siempre soñé con ser profesor. Recuerdo que, siendo alumno del Instituto de Santa Cruz de La Palma, cuando venían a examinarme aquellos sabios ilustres desde el Cabrera Pinto, como don Agustín Cabrera, yo tenía claro que quería llegar a ser como ellos.

¿Mira mucho hacia detrás?

No, prefiero observar lo que sucede en el presente. El pasado, pasado está, y de él, creo, solo debemos recordar las cosas buenas que nos han sucedido. La mente tiene la capacidad de desechar aquello que no aporta nada positivo y nos concede la increíble satisfacción de revivir lo bueno que nos ha pasado. Además, estoy convencido de que ningún tiempo pasado fue mejor.

¿Cómo se vincula don Leoncio al mundo del periódico?

A lo largo de mi vida he colaborado como articulista con distintos diarios , como La Tarde, EL DÍA, Diario de Avisos y Ya. Mi llegada a ellos ha sido a través de mi condición de geógrafo. Mi inicio como articulista fue consecuencia de un editorial que don Víctor Zurita me dedicó en La Tarde a raíz de una conferencia mía sobre geopolítica de Canarias. También tuve la ocasión de compartir momentos y tertulias con don José Rodríguez, el director y editor de esta casa EL DÍA, sobre todo en relación al crecimiento de Santa Cruz y La Laguna.

¿Ha sido testigo de muchos cambios en la educación?

La actividad educativa ha evolucionado siguiendo el cambio en la implicación de las familias en el apoyo al profesor. Teníamos muchas veces más de 36 alumnos en clase, pero el profesor era respetado por el alumno. Aunque, lógicamente, siempre podía haber algún momento de distorsión, el estudiante entendía la posición del enseñante. Hoy, si bien se cuenta con más medios técnicos y menos alumnos, ve su actividad menoscabada por un insuficiente apoyo familiar y social. Para ser profesor hay que contar sobre todo con vocación, y yo la he tenido; eso es lo que me ha dado la ocasión de poder siempre conectar con el alumno.

¿Fue el primer profesor de Geografía que tuvo la Universidad de La Laguna?

Es cierto, y podríamos decir que lo que escribí y enseñé que era geografía ya es historia. La Universidad se estaba haciendo en aquellos días y fuimos testigos de grandes cambios. Concretamente, con mi llegada en 1944, se crea el área de Geografía, de la que fui el único profesor hasta 1968. Una de mis aportaciones fue la elaboración del plan de estudios para la Facultad de Geografía e Historia. También, fui fundador, director técnico y profesor de la Escuela de Turismo, desde su creación en 1975. Puedo decir que he formado parte de la historia de nuestra Universidad.

¿Qué marcó para usted su entrada en la Academia Canaria de la Lengua?

Primero, como es obvio, un orgullo, al poder ser partícipe del crecimiento del español desde Canarias. No obstante, ello supone también una cierta contradicción con mis orígenes, ya que desde pequeño, desde alumno, mis profesores me recriminaban por el uso de un lenguaje campesino. Por el contrario, ahora la Academia me llama por mi aportación geográfica y mi trabajo en la toponimia. Son las contradicciones que tiene la vida.

¿Qué le queda por hacer a don Leoncio?

Seguir dando gracias por poder mirar el presente y analizarlo, mientras tenga el don de la vida.