No es un lugar común decir que la vida de Antonio Vílchez ha sido de entrega a la medicina. Que con 82 años continúe trabajando y que ponga de relieve que se lo pasa bien haciendo lo que hace parece que no deja espacio a otra interpretación, más si cabe cuando eso se une al aprecio que le guardan muchos de los vecinos del núcleo rosariero de La Esperanza. Y es que este granadino fue el responsable de la primera consulta de la que dispuso la zona, con la que también obtuvo un observatorio privilegiado de las circunstancias e idisincrasia del pueblo.

Según relata, llegó allí casi que por casualidad. Estudió en Granada; se fue a Alemania, donde estuvo dos años trabajando en una clínica; regresó a hacer el doctorado y la especialidad, y un compañero, Pepe García Santos, "uno de los mejores cirujanos", le insistió "mucho" para que se trasladase con él a la Isla. Ya instalado fue a comer a La Esperanza, tuvo conocimiento de que no había médico y decidió emprender una andadura profesional que duró diez años, desde 1963 hasta finales de 1972. "La experiencia fue muy buena y la gente me acogió muy bien", señala. Quizá el motivo esté en lo que añade a continuación: "Estaba atento a ellos día y noche; quizá había un día al mes que podía dormir sin tener que levantarme".

"La gente de allí es muy trabajadora, de una forma especial las mujeres; y cuando yo llegué solo tres personas tenían una carrera", afirma sobre los perfiles de los residentes, a los que considera "muy buena gente". "El trabajo fundamentalmente era en el monte, con la pinocha, y al amanecer ya la estaban recogiendo, y también iban temprano a llevar la leche a Santa Cruz y La Laguna", rememora quien fue galeno de una localidad cuyas fiestas pregonó en su última edición.

La etapa decidió cerrarla, por razones obvias, cuando predijo que profesionales de la Seguridad Social iban a instalarse allí. Se trasladó entonces a Santa Cruz. Primero, a la avenida 25 de Julio; posteriormente, a la cercana calle Enrique Wolfson, donde ya acumula más de 30 años de servicio a pacientes que, detalla, proceden de distintas islas. Y mientras, sigue leyendo y aprendiendo. "El estudio no se puede dejar nunca", sostiene. "¿Usted ve todos los libros que hay aquí? Me los he leído de punta a rabo, y todo lo que sale nuevo lo compro", recalca.

"Yo no dejo la medicina, a mí me gusta, me lo paso en grande", dice este especialista en corazón y pulmón, al tiempo que defiende la importancia de escuchar a los pacientes y refiere a la evolución del conocimiento médico. "La mayor se ha producido en los cinco o seis últimos años, desde 2010 hasta ahora", mantiene Vílchez, que especialmente destaca investigaciones que se han realizado en Estados Unidos y en Alemania. Son los nuevos tiempos, que poco tienen que ver con la humilde consulta que en su día abrió en La Esperanza y que tanto ha marcado su posterior camino laboral.