D. Ramos

A las cinco de la madrugada de ayer, en el casco de La Laguna no se movía una mosca. Solo hacía frío. Por no haber, no había ni vehículos circulando, cuánto menos viandantes. Sin embargo, en el entorno de la plaza del Adelantado, junto al convento de Santa Catalina de Siena, varias decenas de personas esperaban apostadas en uno de los laterales del templo. La cola se iba incrementando por minutos. Por sorprendente que parezca, ya a las 5:20 horas, la fila empezaba a subir por la calle de La Carrera.

Este miércoles fue 15 de febrero, aniversario -el 286- de la muerte de Sor María de Jesús, la Siervita, la monja cuyo cuerpo incorrupto atrae cada año a miles de devotos. Por eso la presencia intempestiva de quienes allí aguardaban. En unos casos para llegar a tiempo al trabajo, en otros para demostrar sacrificio, algunas veces por costumbre sin más, y siempre porque de fondo existe agradecimiento hacia la religiosa o algún motivo por el que requerir de su ayuda.

Miguel era el primero. Natural de Galicia y residente en La Laguna, llegó a las 4:15 horas junto a su pareja. "Ella venía todos los años y empecé a acompañarla, y ahora acudo siempre que puedo", señaló, resguardado bajo una boina negra y un anorak rojo. Sabía a lo que se atenía. En "siete u ocho años" que lleva asistiendo ha tenido que sufrir la meteorología lagunera en toda su intensidad. "Hemos cogido un par de mojaduras buenas", sintetizó un fiel que, igual que su acompañante, se mostró discreto acerca de las razones personales que motivan su visita, si bien en su discurso se podía entreleer cierta gratitud.

La historia siguiente es también de devoción. Y de kilómetros. Su protagonista se llama Mari. "Vengo desde Taganana; me tuve que levantar a las dos de la madrugada", afirmó. Le acompañaban otras dos mujeres -Paloma y Lele- a las que tuvo que recoger en Santa Cruz, para después subir hasta la Ciudad de los Adelantados. Según indicaron, para ellas supondría un motivo de alegría que saliera adelante la causa de beatificación de la religiosa, que sigue en la fase de elaboración de la "positio" (el estudio previo para esa declaración) sin ninguna novedad destacable, confirmó ayer Juan Pedro Rivero, rector del Seminario y representante diocesano en la referida labor documental.

Si singulares son sus casos, una vecina de La Gallega situada unos lugares más atrás, María González, aseguró haber vivido un fenómeno difícil de explicar: "Yo estuve viendo a Sor María de Jesús ocho días en el techo de mi casa; me parecía que no podía ser. Después se fue y no ha vuelto a aparecer". Lo que cuenta, en la línea de otros testimonios fuera de lo normal que mantienen algunos feligreses, se produjo hace algo menos de 20 años. "Era como la de la estampita", recalcó tras puntualizar que le pedía con fervor por la salud de su marido, y que la ayudó.

Las vivencias se van mezclando en una cola de perfiles distintos. Desde el funcionario que años atrás se encomendó a la Siervita para aprobar unas oposiciones y que en 2016 decidió que era el momento de empezar a "pagar" aquella promesa, a tres hermanas de Los Realejos (Petra, Chicha y Carmen) que acumulan más de dos décadas de visitas, y madrugones, cada febrero a Las Catalinas.

Pasadas las 5:30 horas, la puerta de la iglesia fue abierta al público y comenzaron a pasar devotos, cada uno con su historia, en el inicio de una jornada con ofrenda incluida por parte de los alcaldes de La Laguna y El Sauzal. A este día lluvioso, y también de menos visitas de las habituales, ahora le seguirá, el próximo domingo, la segunda -y última hasta 2018- apertura del sarcófago de la venerada monja incorrupta.