Inmaculada Nuez estudió en tiempos de posguerra y aún conserva el recuerdo de una escuela rural en la que la maestra enseñaba en paralelo a niñas de distintas edades. La educación se volvió poco a poco menos autoritaria y entonces aquel método, siempre en torno al grupo, empezó a dar sus mejores resultados: generaba comunidad y los conocimientos acababan por llegar no solo a los alumnos, sino también a sus familias. Esa experiencia la acompañó siempre en su etapa docente, que desde hace tres años se desarrolla en el núcleo de Bajamar.

El pueblo costero es uno de los puntos de la geografía tinerfeña en los que pervive este sistema formativo, que se da la circunstancia de que suele ser más propio de tierra adentro. Ahí una de sus peculiaridades. En total, eran en el Archipiélago hasta mediados del pasado año unas 146 aulas, y con el nuevo curso se perdieron varias. Nada distinto a la dinámica general en el resto de España de un recurso con historia.

Una pizarra, las mesas, el material escolar... y los niños -once este curso- jugando en un patio exterior después de la clase. Esa es la imagen que ofrece la Escuela de Educación Infantil de Bajamar una mañana cualquiera. Las diferencias empiezan a fluir, sin embargo, cuando la profesora da cuenta de su método, articulado en torno a proyectos temáticos, con trabajos ajustados al nivel de cada estudiante, y del grado de conocimiento entre los padres y de los compañeros de sus hijos. ¿Y cómo ven la fórmula? De ella hacen una defensa cerrada, desde el caso de la madre que celebra que el centro ha conseguido la normalización de su hijo que presenta síndrome de Asperger al relato de actividades como la visita a negocios o charlas de familiares. Se muestran convencidos de las bondades de esta enseñanza.

Precisamente el máximo responsable de la asociación de vecinos, Andrés Padilla, estudió allí -en una anterior ubicación- en la década de los 70, y también considera que esta instalación es de interés para el lugar. Destaca al respecto que los niños de edades diversas se involucran en la formación de sus compañeros, los vínculos que se establecen entre las generaciones y, al realizar un enfoque global, coincide en el planteamiento de la directora: el efecto en la construcción de las poblaciones de un espacio como este, más si cabe en una zona que, analiza, ha caminado hacia su conversión en un núcleo dormitorio. Lo afirma él, lo transmiten las madres entre vivencias y lo reafirma una profesora jubilada que vive junto al centro, que cree que un pueblo sin escuela acaba muriendo.