Por más años que pasen, y aunque las creencias experimenten modificaciones, el 14 de septiembre continúa siendo una cita ineludible con el Cristo de La Laguna. Así lo demostraron muchos laguneros, tinerfeños y canarios que acudieron en la jornada de ayer, y especialmente durante la mañana, al encuentro del Crucificado Moreno. Tradición, familias al completo, fe, recuerdos y solemnidad.

El día comenzó con la procesión cívico-militar del pendón real de la ciudad, que, por primera vez, fue portado por una mujer: la concejala del Ayuntamiento de La Laguna Atteneri Falero, acompañada en las borlas de este elemento por la edil santacrucera Carmen Delia Alberto y el capitán Miguel Alejandro Hernández del Río. Como es habitual, al desfile se sumaron numerosas autoridades. La anécdota la puso el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo (ayer "delegado regio", como se referiría a él más tarde el cardenal Carlos Amigo), que apareció con unos guantes en la mano cuando el cortejo avanzaba por la confluencia de las calles de La Carrera y Viana. Pero no, al máximo responsable del Ejecutivo canario no se le había hecho tarde, sino que iba camino al vehículo que los trasladaría al recibimiento en la céntrica plaza de la Catedral.

"Clavijo se dejó la barba ahora", se le escuchó decir a alguien del público cuando el político nacionalista llegó a su destino, ya alrededor de las 10:45. Se saludó con el alcalde y una nube de gráficos los envolvió. A continuación fue cumplimentado por las autoridades civiles y militares y por el esclavo mayor, que le hizo entrega del bastón de plata de la Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna. Todo ello junto al desfile militar y entre aplausos.

La posterior celebración eucarística estuvo presidida por el obispo nivariense, Bernardo Álvarez, y la homilía corrió a cargo del cardenal Carlos Amigo, que es también arzobispo emérito de Sevilla. Por su parte, el Orfeón La Paz se encargó del acompañamiento musical, bajo la dirección de Juan Ramón Vinagre. Dentro del templo se descubría una mezcla de perfiles y circunstancias -desde los que acudían con sus mejores galas a algún turista algo despistado, pasando por mucha gente proveniente de diferentes municipios- que demuestran que el Cristo es de todos. Se entremezclaban desde los laguneros que siempre acuden disfrutando de su día libre, feligreses en sillas de ruedas, familias enteras en grupo y personas que lo hacían solas. Es decir, la Aguere profunda como como un microcosmos de la sociedad.

Una vez que concluyó la ceremonia religiosa llegó el momento más esperado: la procesión, a la que se conoce como "del Retorno". Recibe ese nombre debido a que el 9 de septiembre el Crucificado Moreno es trasladado a la Catedral (en la Procesión del Traslado), mientras que el 14 de septiembre supone el regreso de la imagen -la talla cristológica de mayor devoción en el Archipiélago- al Real Santuario. Y en esta edición lo hizo con el mismo boato y fervor de cada año. Partió de la Catedral y recorrió las calles Juan de Vera (con intervención musical en la fachada del Orfeón La Paz), San Agustín y Nava y Grimón hasta la plaza del Cristo. Una de las imágenes curiosas fue consecuencia del sol, que en la segunda de esas vías del centro lagunero dejaba uno de los laterales repleto de público (la sombra, lógicamente) y el otro, prácticamente vacío de espectadores.

Ya durante la tarde tuvo lugar la celebración eucarística en el atrio del Real Santuario -presidida por el rector de este templo, Daniel Padilla- y el recorrido por el centro de la ciudad, en el que el Cristo de La Laguna visita los conventos de Las Claras y Las Catalinas. El cierre festivo fue el espectáculo de fuegos artificiales desde la Montaña de San Roque, tras lo que ahora comenzará el Octavario hasta el 21 de septiembre, otro día señalado de los festejos.

"Tiene que salir a las plazas, a las calles y con la gente, y no encerrarse en nuestro bienestar mientras haya uno que no tenga pan con el que vivir o un poco de cariño a su lado". Ese mensaje sobre la Iglesia fue lanzado en la mañana de ayer por Carlos Amigo, cardenal y arzobispo emérito de Sevilla, en la celebración eucarística en la Catedral, previa a la Procesión del Retorno. También se detuvo durante su predicación en la necesidad de que esta institución acuda a "las periferias, donde están las heridas más abiertas", y defendió el trabajo realizado en acción social.

"La Laguna no es simplemente un lugar donde se ha nacido; es historia, una tradición, unas gentes, unas generaciones, un aire particular, un acento que distingue las palabras (...), sino una vida que vive en mí", comenzó el religioso, que se acordó de los laguneros que se encuentran en otras latitudes y que en una jornada como la de ayer "no pueden contener las lágrimas pensando en su Cristo de La Laguna".

Acompañada de cambios de tono que retumbaban en el templo catedralicio, la intervención de Amigo -muy clara en su conjunto- tuvo incluso algunas reflexiones válidas para todos los públicos (tanto para los creyentes como para los que no lo son): "Tenemos que asumir el pasado con gratitud y aprendiendo con las lecciones que se nos han dado; mirar al futuro con esperanza y trabajo, y vivir el presente con auténtica pasión".