Una familia de rumanos ha repartido en Huesca 38 series del "gordo" de Navidad desde un bar que abrieron hace un mes y que bautizaron como "Carlitos", el nombre dado al hijo más pequeño de la dueña, nacido ahora hace diez meses.

Desde la inauguración del bar, la familia de Carlitos, asentada en la localidad próxima de Grañén, en cuya administración fue adquirido el número 58.268, repartió un total de 380 décimos del "gordo", guarismos que provocan mareos al traducirlos a euros, y más aún a las antiguas pesetas.

Mijaela, hermana de Carlitos, se esfuerza detrás de la barra en atender a un grupo de clientes a los que sirve champán o lo que piden, y se niega a coger el dinero que le entregan mientras repite entre sonrisas: "hoy no se paga".

Mientras tanto, Carlitos llora asustado entre los brazos de la madre al ver el trasiego de gente que entra y sale del local, bailando, gritando y tratando de comprender la cantidad de millones que van a recibir.

Según Mijaela, la práctica totalidad de clientes del bar son trabajadores o inmigrantes que se mueven por la zona y entre los que se ha distribuido la totalidad de décimos que pusieron a la venta.

Entre ellos se encuentran Ana y Antonio, un matrimonio que regenta otro bar en una zona próxima y que saludan a todos los vehículos que pasan por la calle.

Antonio, observado con ojos atónitos por los clientes de una gasolinera situada a pocos metros frente al bar, grita insistentemente "somos podridamente ricos", y al ser preguntado por sus planes más inmediatos sale desde su garganta la palabra "crucero".

Una joven también agraciada con el "gordo" grita al ver unas cámaras: "somos más famosos que la Belén Esteban", y una amiga le recuerda que "Andreíta tiene que comerse el pollo".

Dos de las jóvenes que se encuentran en el grupo, Sandra y Jocelyn, ambas trabajadoras en un bar que regentan Ana y Antonio, también planean cosas, aunque ya no les agobian tanto sus hipotecas, porque ahora "lo primero es la borrachera".

Otro joven alterado por la noticia no sabe qué responder cuando le preguntan qué piensa hacer con el premio, aunque quizá, exagera, "podría comprarme mitad Huesca".

El champán continúa fluyendo en la barra y nadie quiere irse del lugar porque hoy es un día especial para todos los que guardan uno o varios décimos del premio porque piensan que sus vidas, en estos momentos de crisis, han dado un cambio a mejor.

Carlitos, a quien su familia atribuye el mérito del premio, busca protección entre los brazos de su madre, mientras Mijaela sigue atendiendo a los clientes, aunque a veces los nervios le lleven a confundir la consumición que le demandan.