El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, eligió ayer a trece personas leales para formar su primer Ejecutivo, que estará capitaneado por Soraya Sáenz de Santamaría como vicepresidenta, ministra de la Presidencia y portavoz, y que tendrá a Luis de Guindos como máximo responsable económico.

Tras informar de los integrantes de su gabinete al Rey, compareció de forma brevísima ante los medios en la Moncloa, donde se limitó a leer la lista de los nuevos nombres y departamentos. No dio explicaciones y dejó sin responder la única pregunta que se le hizo: por qué esas personas y no otras.

Hay sorpresas en el equipo, pero ninguna en la elección de Sáenz de Santamaría, su mano derecha los últimos años en el Congreso y persona de su total confianza.

Luis de Guindos, secretario de Estado de Economía con Aznar, vuelve al Ejecutivo tras bregarse en el sector privado, desde la quebrada Lehman Brothers, hasta la consultora PricewaterhouseCoopers. En sus manos estará evitar una nueva caída en la recesión y objetivos tan cruciales como concluir la reestructuración del sistema financiero.

Otro fiel, Cristóbal Montoro, vuelve a Hacienda, pero asume también las responsabilidades de Administraciones Públicas.

Fátima Báñez, diputada onubense y aliada de Sáenz de Santamaría, se hará cargo de la complicada cartera de Empleo y Seguridad Social con el objetivo de reformar de nuevo la legislación laboral e intentar dejar atrás la cifra de cinco millones de parados.

Convencido de que la política exterior está hoy en día íntimamente ligada a la economía, Rajoy llamó para hacerse cargo de Exteriores a José Manuel García Margallo, un europeísta convencido y experto en finanzas que abandonará el Parlamento de Estrasburgo.

Su nombramiento fue una de las sorpresas de una lista en la que no fallaron nombres fijos en todas las quinielas, como el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, cuya disciplina en el partido obtuvo premio con el Ministerio de Justicia.

También está presente Ana Pastor, íntima de su "clan gallego", que se hará cargo de Fomento; y Ana Mato, una de sus más estrechas colaboradoras en Génova en los últimos tiempos y que se ocupará de la cartera de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

Otro nombre seguro, una vez que quedó descartado para la Presidencia del Congreso, era el de Jorge Fernández Díaz, catalán y hombre de profundas convicciones religiosas que acompañó a Rajoy en los ocho años del Gobierno del PP como secretario de Estado y en cuyas manos deja ahora el Ministerio de Interior y la delicada tarea de gestionar el fin de ETA.

Para Agricultura, el único ministerio que Rajoy había garantizado que existiría en su gabinete, eligió a un viejo conocido del sector, Miguel Arias Cañete, que ya ocupó el cargo en el primer gobierno de Aznar y que ahora se responsabilizará además de Medio Ambiente.

Soria, el único barón

También recuperó Rajoy a Pedro Morenés, aunque en este caso con un claro ascenso, ya que de secretario de Estado con Aznar llega al Ministerio de Defensa, que deberá poner en marcha la retirada de las tropas españolas de Afganistán.

El único barón territorial del PP incluido en el gabinete es el canario José Manuel Soria, nombrado ministro de Industria, Energía y Turismo.

Una de las mayores sorpresas fue la designación del abogado, sociólogo y conocido tertuliano y columnista José Ignacio Wert como ministro de Educación, Cultura y Deporte.

Rajoy dejó clara su apuesta por viejos compañeros: además de él hay otros dos ministros de la etapa de Aznar y tres exsecretarios de Estado. Con trece ministros, se convierte en el Gobierno más reducido de la democracia, y pierde dos carteras respecto al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero.

Ha desaparecido la paridad, aunque las cuatro mujeres elegidas acumulan buena parte del poder del Gabinete, encabezadas por Sáenz de Santamaría.