La nueva alcaldesa de Madrid, Ana Botella, se enfrenta al reto de gobernar la mayor ciudad de España con las limitaciones que impone una deuda, acumulada como consecuencia de las grandes inversiones realizadas por su antecesor, Alberto Ruiz-Gallardón, que acabará el año en los 6.347 millones de euros.

Tras su elección hoy, en un Pleno extraordinario celebrado cinco días después de la marcha de Ruiz-Gallardón al Gobierno de Mariano Rajoy, Botella iniciará su mandato con un primer presupuesto de 3.879,29 millones de euros, algo más de 10,6 millones al día, para comenzar a llevar a cabo el programa municipal con el que su partido concurrió a las municipales del pasado mes de mayo.

Tendrá que aplicar, además un nuevo Plan Económico y Fiscal a cinco años pensado para amortizar más de 3.000 millones de euros de deuda y cumplir los plazos de la ley de morosidad sin subir los impuestos.

Aún con esas limitaciones, tal y como preveía el Gobierno de Ruiz-Gallardón, el nuevo ejecutivo de la ciudad de Madrid puede seguir garantizando los servicios públicos esenciales, en teoría sin tener que recurrir a los recortes sociales a los que apuntan otras administraciones, pero no tendrá demasiado margen de maniobra para afrontar nuevos retos.

Ana Botella tenía ya en su área de responsabilidad buena parte de las competencias más importantes del Ayuntamiento, como el medio ambiente, el tráfico o la limpieza, y la mayor parte de los grandes contratos del consistorio, vinculados con esas materias.

Esos ámbitos de actuación seguirán siendo primordiales en el periodo que hoy se inicia.

Tendrá que llevar a cabo un Plan de Calidad del Aire que le permita reducir los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) a los máximos establecidos por la Unión Europea, aunque para ello haya decidido encarecer un 10% el precio de los parquímetros en el centro de la ciudad y mantenerlos en funcionamiento una hora más, hasta las nueve de la noche, todos los días laborables.

Tendrá también que culminar la negociación sobre las competencias duplicadas que Ruiz-Gallardón inició hace unos meses con el Gobierno de la Comunidad, que en parte ya ha dado sus frutos, por ejemplo con el traspaso de toda la responsabilidad y todos los gastos del Metro a la Administración autonómica.

Esta negociación, que aún tiene pendientes importantes flecos, podría ser la piedra de toque de la relación que el Gobierno municipal de Ana Botella mantendrá en adelante con el Gobierno regional de Esperanza Aguirre.

Aunque se supone que la relación entre ambas "lideresas" será mejor que la que mantenían Aguirre y Gallardón, muy a menudo salpicada de desencuentros, ninguna de las dos debe obviar que la tensión entre Sol y Casa de la Villa -ahora Cibeles- ha sido consustancial a la coexistencia de ambas administraciones desde los tiempos de Joaquín Leguina y Enrique Tierno Galván, allá por los años 80.

Botella tendrá también entre sus retos el mantenimiento de la paz social que Ruiz-Gallarón deja en el Ayuntamiento, con un reciente acuerdo con los sindicatos CCOO, UGT y CSIF que regula las condiciones de trabajo para todos los empleados públicos entre 2012 y 2015.

Y todo ello lo tendrá que hacer Ana Botella con una nuevo equipo de gobierno en el que muy probablemente no estará Manuel Cobo ni quizás otros miembros del gabinete de Ruiz-Gallardón como Juan Bravo, Pedro Calvo o Alicia Moreno.