El periodista Jesús de las Heras ha publicado, cuando se cumple el octavo centenario de la batalla de Las Navas de Tolosa, "Alfonso el de Las Navas", una obra en la que reivindica al monarca como una figura de unidad.

Según de las Heras, Alfonso VIII logró que los reyes cristianos "se dejaran de rencillas e hicieran piña para acometer una tarea conjunta".

Consiguió "unir a todos los reyes cristianos de Castilla y logró que todos los poderes fácticos se unieran contra un enemigo común, con el respaldo del Papa, que le dio rango de Cruzada y que advirtió que excomulgaría al rey cristiano que apoyara a los musulmanes en esa ocasión", explica De las Heras.

El autor, que desconoce si esa conmemoración se celebrará de algún modo, considera que esa efeméride "podría servir para celebrar el espíritu de unión de un país frente a la adversidad y para decir que ya basta de guerras de religión o del tipo que sean".

Según De las Heras, la batalla de Las Navas de Tolosa (Jaén), que tuvo lugar el 16 de julio de 1212, fue decisiva porque empujó la frontera hacia el sur, desde las cercanías de Toledo hasta la provincia de Jaén, supuso un avance en la unidad de los reinos cristianos de la Península y elevó la moral de la cristiandad.

"Unos años antes, en 1195, Alfonso VIII sufrió una derrota importante en Alarcos, y los musulmanes tomaron el castillo de Salvatierra, lo que supuso un terremoto para la Europa cristiana", por el nuevo empuje musulmán, indica De las Heras.

Sobre las intenciones del califa derrotado en Las Navas, Muhamad al-Nasir, conocido como Miramamolín, de plantar su estandarte en las puertas del Vaticano, De las Heras considera que no está claro ese extremo.

En lo que coinciden las fuentes es en cifrar en 70.000 los cristianos que participaron en la batalla y entre 125.000 y 250.000 los musulmanes, apunta De las Heras.

El historiador recuerda el momento más crítico de la batalla, cuando la vanguardia castellana dirigida por el vizcaíno Diego López de Haro se deshacía ante el contraataque de las mejores tropas almohades. Alfonso VIII, según las crónicas, se dirigió al arzobispo de Toledo para decirle: "Arzobispo, vos y yo aquí muramos".

El rey Alfonso se lanzó a la batalla seguido de su ejército, mientras que los reyes de Aragón y Navarra le imitaron dirigiendo las tropas de reserva al ataque.

Si esta carga hubiera sido frenada y disuelta, como el embate inicial de López de Haro, quien, sin embargo, no cedió el terreno de su avance, la victoria hubiera sido musulmana y, según De las Heras, hubiera "repetido, con creces, el desastre de Alarcos".

"La carga de los tres reyes enfiló su objetivo y cruzó el campo de batalla sin perder cohesión", apunta el historiador, para añadir que "con su ímpetu inicial apenas mermado llegó al palenque de Miramamolín" o estructura defensiva formada por troncos y cadenas, defendida por las tropas más aguerridas y por fanáticos que se hacían encadenar por las rodillas en demostración de su disposición de morir antes de ceder.

"El ejército musulmán se desintegró y cada cual huyó como pudo", según el historiador, quien concluye que la matanza en la colina en la que el califa tenía su tienda "fue tal que después de la batalla, de tantos cadáveres como había amontonados, los caballos apenas podían moverse por ella".