Adolfo Suárez, el primer presidente de la democracia, afirmó en 1980 cuando aún era jefe del Ejecutivo que la clase política española estaba dando "un espectáculo terrible al pueblo español".

Suárez se pronunció así en una entrevista inédita difundida por ABC con motivo de su fallecimiento y que realizó por Josefina Martínez del Álamo en Lima dos meses antes de su dimisión. No llegó a publicarse a petición de los consejeros de Suárez, que esgrimieron que el presidente del Gobierno "no puede ser tan sincero".

"Creo que la Historia de esta época sólo será objetiva cuando pase mucho tiempo", planteaba Suárez, quien vaticinó que, 30 ó 40 años después, la Historia no podría decir que persiguió sus intereses, sino que luchó por esa convivencia, por conciliar intereses y principios. "Y en caso de duda, me incliné siempre por los principios", agregó entonces.

En esa entrevista, el entonces presidente del Gobierno aseguró que la clase política española no transmitía una imagen "de esfuerzo común" y estaba dando "un espectáculo terrible al pueblo español", reconocía que era un hombre "absolutamente desprestigiado" y pedía que se le juzgara por sus obras, que no todas son "deleznables".

"Al principio, en mis primeros contactos internacionales, me impresionaba conocer a aquellos políticos que siempre había admirado" -continúa- "y empecé a sentir una gran preocupación por el destino del mundo, en función de las personas que lo dirigen... Al final, he llegado a la conclusión de que los políticos son hombres como los demás".

El jefe del Ejecutivo subrayó que cuando se sentía "acosado" salía "hacia delante", afirmó que no tenía "vocación de estar en la Historia" y añadió que su principal preocupación era la convivencia, que los españoles "convivan por encima de sus ideas políticas".

"La transición española dará un ejemplo al mundo. El símbolo, para mí, es que sean amigos personas de partidos diferentes, pero amigos (...) Que no traslademos al país nuestro rencor personal, que no ahondemos con diferencias políticas las diferencias regionales y económicas que ya existen", manifestó.

Según Suárez, "la democracia exige a todos una responsabilidad permanente". "Si nosotros fuéramos capaces de transmitir al pueblo ese sentido de responsabilidad, si lo tuviéramos perfectamente informado, el pueblo español asumiría todo lo que supone la soberanía ciudadana. Pero le hemos hecho creer que la democracia iba a resolver todos los grandes males que pueden existir en España...Y no era cierto", dijo entonces.

Suárez asumió que cometió un "error grave" al delegar poder en determinadas cuestiones, fundamentalmente en el Parlamento, porque se quedó sin "hilos de información" que en esos momentos estaba recuperando "a marchas forzadas".

Dijo que "desde el primer día" que llegó a La Moncloa estuvo dispuesto a aceptar un grado enorme de impopularidad y añadió que hubo "una primera época" en la que el ambiente jugaba a su favor.

"Se pusieron detrás de mí y se volcaron en el referéndum del 76, porque yo los alejaba del peligro de una confrontación a la muerte de Franco. No me apoyaban por ilusiones y anhelos de libertades, sino por miedo a esa confrontación; porque yo los apartaba de los cuernos de ese toro", manifestó Suárez.

El entonces jefe del Ejecutivo argumentó que en 1977, cuando se consolida la democracia y las leyes reconocen libertades nuevas que, traen también aparejadas responsabilidades individuales y colectivas empezó "lo que llaman el desencanto" aunque, a continuación, señaló que no creía que el pueblo español "haya estado encantado jamás" porque "la Historia no le ha dado motivos casi nunca".

"Tuvimos que aprender que los problemas reales de un país exigen que todos arrimemos el hombro; exigen un altísimo sentido de corresponsabilidad. Y sin embargo, los políticos no transmitimos esa imagen de esfuerzo común. La clase política le estamos dando un espectáculo terrible al pueblo español", concluyó.