Con Rajoy, de nuevo, al otro lado de una pantalla de plasma, aunque esta vez sin que fuera una comparecencia de prensa y en el apetitoso rincón del Parque de Doñana, España vivió anoche el primer debate televisivo (y multimedia) de una nueva etapa democrática. Por primera vez, los candidatos de tres de los cuatro partidos con más opciones electorales se enfrentaban entre sí, pero, sobre todo, contra la "mandada" por el presidente, en este caso una meritoria vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, que, aunque nerviosa en diversos tramos y con ruidos comunicativos al mirar y mover las manos, palió como pudo el vendaval de críticas que le llovían desde Pedro Sánchez (PSOE), Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (C''s).

Los primeros comentarios que se sucedían en algunas cadenas tras concluir el debate de Atresmedia señalaban que la gran perdedora era la vicepresidenta, que se había comido un verdadero "marrón", aunque directores de los periódicos de gran tirada consideraban también que Sánchez había perdido una oportunidad clave. Y es que, salvo en violencia de género, que sí concitó consenso absoluto entre todos, hubo disenso sobre el resto de apartados, pero, en la mayoría, con una evidente soledad del PP y algunos guiños entre partidos que pueden servir de pistas tras el 20D.

Sáenz intentó contrarrestar la ausencia de su jefe subrayando que el PP era un equipo. Por supuesto, su gran mantra fue la economía y comparar cómo estaba España en 2011 y cómo se halla hoy, aparte de reiterar que bajarán impuestos, pedir que gobierne quien más votos obtenga y advertir de un posible gobierno de "3 perdedores".

Los demás, sin embargo, dejaron claro que el país no es mejor ni, sobre todo, más igualitario. Desde el principio, Sánchez se presentó como el "único" que puede encauzar las ansias de cambio que tiene "el 70%" de la población al presentar al PP y a C''s como fuerzas de derecha. Además, y ya en el intercambio de temáticas y propuestas, insistió en su España federal, en llevar el Senado a Barcelona, en retomar el gran pacto por la educación que intentó Gabilondo y "frustró" el PP, en derogar la reforma laboral, que haya un salario mínimo de mil euros y que se abandone la precarización laboral para que, por ejemplo, no se pongan en peligro las pensiones y regrese la emigración juvenil.

Rivera dijo al principio e insistió al final en que no votará ni al PP ni al PSOE, aunque dejó abierta la opción de que los partidos que queden detrás del primero traten de formar gobierno si no lo consigue el más votado, que confía en que sea el suyo. Además, y a diferencia de Sánchez, quien dice que miente el que prometa bajar impuestos, apostó por rebajar el IRPF en 8.000 millones y compensarlo con reducir la "burbuja política" en 5.000 millones y recaudar 20.000 más por fraude fiscal. También abogó por su contrato único, muy criticado por el PSOE y Podemos, por una España unida y por listas abiertas y una reforma electoral.

Un Iglesias al que se le vio cada vez más suelto puso énfasis en que se abre una nueva etapa, insistió en la necesidad de consulta en Cataluña y, aparte de sus conocidas críticas al PP y a la reforma laboral del PSOE, fue especialmente incisivo en su turno final al pedirle a los españoles que no olviden todos los casos de corrupción, el retroceso en derechos sociales, las puertas giratorias y la necesidad de un país unido en su diversidad.

El consenso estuvo cerca con el terrorismo yihadista, pero, por el resto, la soledad del PP fue clara.

Soledad del PP ante sus casos de corrupción

El debate reunió en el plató a 300 personas y su abierto formato lo decidió Atresmedia. El tiempo de cada interviniente fue controlado por periodistas y, al final, la vicepresidenta había hablado casi 2 minutos más que Sánchez, con C''s y Podemos igualados. Los candidatos y la representante del PP no contaron con mecanismos tecnológicos de apoyo y solo con un asesor. La chaqueta de "azul noche" de Santamaría contrastó con la camisa lisa de azul suave de Iglesias, mientras Sánchez y Rivera fueron de traje con corbata roja. El sorteo hizo que la altura de Sánchez y la de Sáenz resaltaran en los extremos, pero resaltó mucho más el machaque de los tres aspirantes al PP por la corrupción, momento que abrió la segunda hora. Sánchez e Iglesias fueron implacables, pero Rivera enseñó una portada de El Mundo para sentenciar por qué no estaba en el debate Rajoy, al ser el segundo que más dinero había recibido supuestamente en B según los papeles de Bárcenas. Además, recriminó al PP los indultos a condenados y el "capitalismo de amiguetes". La vicepresidenta dijo avergonzarse de los casos, pero alabó las leyes aprobadas.