Una de las preguntas que se llevan repitiendo desde el mismo día de las elecciones es si Podemos y cada una de sus tres "marcas" territoriales pueden formar su propio grupo parlamentario en el Congreso. Y la respuesta es sí, no y depende.

Formar grupo parlamentario no es cosa menor y buena prueba es el interés que ha puesto Pablo Iglesias y las tres candidaturas de confluencia. No son sólo más recursos económicos, sino más cupo para iniciativas y preguntas, más tiempo en la tribuna de oradores y una mayor presencia mediática.

Por poner un ejemplo, si Podemos consigue formar cuatro grupos separados, se aseguraría una subvención de 114.388,32 euros mensuales, pero si tiene que contentarse con un grupo unificado con sus 69 diputados, vería recortada la ayuda a una cuarta parte.

El acuerdo al que llegó Podemos con las candidaturas de confluencia en Cataluña, Galicia y la Comunidad Valenciana -En Comú Podem, En Marea y Compromís-Podemos- era que cada una tuviera su grupo parlamentario separado, con autonomía y voz propias.

Un compromiso que choca con el Reglamento del Congreso y con la voluntad de otros grupos, como el PP o Ciudadanos, que ven un disparate y un sinsentido que pueda haber cuatro grupos en la órbita de Pablo Iglesias.

Pese a ello, el Reglamento del Congreso no puede ser más ambiguo y a lo largo de la historia democrática ha permitido las triquiñuelas más dispares. Maniobras que, como es lógico, han tenido que contar con la anuencia y el visto bueno de una mayoría que, en los tiempos que corren, no está nada clara.

En principio, las tres marcas territoriales que integra Podemos cumplen con el primero de los requisitos que marca el artículo 23 del Reglamento. Tienen más de cinco diputados y han obtenido más de un quince por ciento de los votos en las circunscripciones en las que se han presentado.

Las dificultades surgen con la segunda de las condiciones: "En ningún caso pueden constituir grupo parlamentario separado diputados que pertenezcan a un mismo partido".

Es obvio que hay diputados de estas tres candidaturas que militan en Podemos, aunque hayan concurrido en coaliciones o partidos instrumentales separados.

Un problema que, a primera vista puede parecer insalvable, pero que puede ser esquivado si lo autoriza la Mesa del Congreso y la conveniencia política así lo aconseja.

En reiteradas sentencias, el Tribunal Constitucional ha establecido que la Mesa es soberana para interpretar el Reglamento en uno u otro sentido. Incluso con criterios contrapuestos.

De ahí que la negociación para elegir la Mesa tenga que ir de la mano del acuerdo para la formación de los grupos. Será la Mesa, con el balance de fuerzas que obtenga el próximo miércoles, la que diga sí o no a los cuatro grupos de Podemos. Tiene cinco días para decidirse.

En esta tesitura no sólo está el partido de Iglesias, sino también Democracia i Llibertat -la candidatura de CDC- y ERC que tampoco cumplen todos los requisitos que marca el Reglamento.

Llegan al mínimo de cinco diputados -DL tiene ocho y ERC nueve- pero se quedaron por debajo del quince por ciento de los sufragios en Barcelona.

Una opción es que sumaran fuerzas y formaran un único grupo. La otra hipótesis es que otro grupo le cediera temporalmente alguno de sus parlamentarios para llegar a ese porcentaje mínimo.

IU, con sólo dos escaños y un 3,6 por ciento de votos en el total nacional, también podría intentarlo si al menos tres de los diputados del partido que están integrados en las candidaturas de confluencia decidieran pasarse a ese nuevo grupo. Harto complicado.

Y es que la casuística es interminable y las últimas legislaturas lo han puesto de manifiesto.

Se han admitido fórmulas tan dispares como que diputados de UPN o del PAR se integraban en Coalición Canaria para que pudiere formar grupo.

ERC e IU también se unieron para formar un grupo conjunto hace dos legislaturas y UPYD consiguió el mismo objetivo hace cuatro años gracias a la cesión de un diputado de Foro Asturias, lo que le permitió alcanzar el mínimo de un 5 por ciento de los sufragios en el conjunto del territorio nacional.

En el otro extremo, Amaiur se quedó en 2011 sin grupo parlamentario y tuvo que quedarse en el mixto, pese a que contaba con siete diputados por culpa del porcentaje de votos en Navarra.

Para esquivar el veto, Amaiur intentó apartar a su diputado por Navarra, Sabino Cuadra, pero la mayoría de la Mesa, entonces en manos del PP, no aceptó la estratagema.

Justo lo contrario de lo que le pasó a ERC en 2004, cuando la Mesa autorizó que tuviera grupo propio aunque no llegaban al 15 por ciento de los votos en la Comunidad Valenciana, donde también concurrieron.

Decisiones para todos los gustos.