Otro 23 de febrero, Iñaki Urdangarin ha hecho un viaje relámpago a la ciudad que le dio el Ducado y esta vez ha salido airoso de un nuevo obstáculo judicial: su posible entrada en prisión tras la sentencia del caso Nóos.

El exduque de Palma ha evitado salir en furgón de la Audiencia de Baleares y lo ha hecho mochila en mano como un ciudadano más, la misma imagen que ha querido dar durante todo el día de hoy desde que, al alba, ha cogido un autobús en Ginebra para ir al aeropuerto.

Esta mañana, Urdangarin ha rechazado la invitación de los periodistas que lo esperaban en su casa suiza de llevarle al aeropuerto, en vista de que salía a pie de su vivienda.

Como uno más, ha cogido el autobús de línea y luego, aterrizado en Palma de un vuelo "low cost", no ha usado la zona VIP para abandonar el aeropuerto como en sus visitas anteriores. El exduque se ha mezclado en esta ocasión con los viajeros en la terminal de llegadas de Son Sant Joan, acompañado, eso sí, de un escolta.

Esta es la cuarta vez que Urdangarin ha acudido a Mallorca a una cita judicial en febrero y la segunda que lo ha hecho el día 23. Hoy, ha entrado solo a la sede del tribunal en el que se decidía su futuro inmediato.

Se enfrentaba a la posibilidad de entrar en la cárcel, pero finalmente ha salido igual que ha entrado: en el asiento trasero en un coche modelo "Juke" (que no "Duke").

A las puertas de la Audiencia le esperaban sesenta periodistas desde las ocho de la mañana, divididos en tres grupos dentro de sus respectivos perímetros y pastoreados por una treintena de policías.

Hasta las diez y cuarto, quince minutos antes del inicio de la vista de medidas cautelares, no ha llegado, el último, el marido de la infanta Cristina, que hoy hace justo tres años pisaba los juzgados de Palma para declarar ante el juez instructor de Nóos, José Castro.

Entonces, el exduque bajaba una rampa escudado por un perímetro de seguridad que le impedía ver a los ciudadanos indignados concentrados a manzanas de distancia.

Hoy, Urdangarin se ha visto cara a cara con el pueblo, personificado en un puñado de curiosos que han ido aumentando en número a lo largo de la mañana.

"La gente tenemos cabeza", "se piensan que somos idiotas", "¿por qué no le ha juzgado un jurado popular?", se quejaban los ciudadanos de a pie ante la posibilidad de que no entrara en prisión después de una pena muy rebajada de 19 a 6 años de cárcel.

Hasta un grupo, antes de la decisión del tribunal de dejarle en libertad, ha preguntado al fiscal si iba a ir a la cárcel. Pedro Horrach ha pasado de largo y les ha mirado sonriendo, ellos lo han tomado por un sí y le han felicitado a gritos.

Luego, la decepción en sus rostros y los insultos. "Chorizo", "ladrón" y "devuelve el dinero" son algunos de los que se han escuchado cuando Urdangarin se ha subido al "Juke" camino seguramente del aeropuerto para coger un avión a Suiza, donde seguirá viviendo junto a su esposa con una sola obligación: comparecer cada día 1 ante la autoridad judicial en este país.

El tribunal que lo condenó ha optado por la medida más suave argumentando el arraigo que tiene en España por "particulares circunstancias sobradamente conocidas" que no necesitan, dicen las jueces, explicación.

Por ello, y en contra de lo que pretendía el fiscal poniéndole una fianza de 200.000 euros, han dejado en libertad al exduque hasta que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre los recursos a su condena.

De confirmar la pena impuesta, Urdangarin tendrá que ingresar en prisión, aunque no será necesario que pise de nuevo Mallorca, la isla que le convirtió en noble y le ha condenado a un futuro de presidiario.