"Nunca hubiéramos imaginado este odio". Con esta frase policías y guardias civiles desplegados en Cataluña expresan lo que están viviendo tras el 1-O, extrañados por una reacción ciudadana que no habían sufrido hasta ahora y abandonados por las instituciones, según dicen.

Javier (nombre ficticio para no desvelar su identidad) lleva 25 años en las Unidades de Intervención Policial (UIP), los antidisturbios, está hospedado en un barco en el puerto de Barcelona y define como una "gran humillación" el acoso que están sufriendo los agentes. "En 25 años de servicio, jamás había ocurrido algo así", lamenta en conversación telefónica con Efe.

Sus manifestaciones no difieren mucho de las de Pedro (nombre ficticio), un guardia civil también antidisturbios desplegado en Lleida para quien la situación es ya "inaguantable", hasta el punto de que han pedido medidas de autoprotección, como poder salir a la calle de tres en tres.

Ambos estuvieron destinados en su día en el País Vasco y coinciden en que el rechazo social en Cataluña es "más duro" que el que sufrieron en Euskadi. Un "escrache continuo" por una parte de la sociedad catalana que no excluye clases sociales y en el que participa gente de todas las edades, desde niños a ancianos, comentan.

"Es como si un odio acumulado hubiera saltado de repente", dice a Efe gráficamente otro agente de la Policía Nacional, quien insiste en que en todos los años en los que se ha desplazado a Cataluña para trabajar nunca ha tenido problemas.

Incluso, en los hoteles de Calella de los que ayer les echaron siempre han recibido un buen trato, añade. De todos modos, disculpa a los trabajadores e, incluso, a la dirección de los establecimientos, porque se han visto presionados.

Tras el 1-O y las críticas a las cargas policiales, muchos establecimientos hosteleros no sirven ya a los agentes, en algunos casos éstos han tenido que esperar hasta las dos de la madrugada para poder entrar en su hotel sin ser insultados y otras muchas veces ven cómo algunos ciudadanos hacen fotos a los guardias y policías con sus móviles y a sus coches.

"Lo único que nos queda -añade Javier- es salir a correr y ya tampoco lo hacemos porque nos pitan y nos llaman de todo".

Pero si algo lamentan tanto los guardias civiles como los policías es la actitud de los agentes de los Mossos d''Esquadra, con los que siempre han mantenido "una muy buena relación" al estar navegando en el mismo barco.

Habían descontado ya que los mandos de los Mossos estarían "politizados", pero les ha extrañado que los agentes autonómicos, los de a pie, hayan estado "por estar", "mirando para otro lado" y, en ocasiones, "entorpeciendo nuestro trabajo". De hecho, consideran que la Guardia Urbana de Barcelona ha estado más a la altura que los Mossos.

Y entre los agentes cunde un sentimiento aún más "triste": el de sentirse "totalmente abandonados" por las instituciones y por los altos cargos de Interior, además de utilizados como una "herramienta" o "experimento" en los colegios electorales. "España nos ha abandonado", enfatiza uno de ellos.

A todo ello se une la incertidumbre de no saber cuándo van a volver a casa, de no poder informar a sus familias del día que podrán estar con ellas.

Los agentes que han hablado con Efe han defendido su actuación, convencidos de haber utilizado la fuerza el mínimo imprescindible y de utilizarla cuando "no hemos tenido otra salida".

Porque guardias civiles y policías coinciden también en que los ciudadanos que se arremolinaron en torno a los colegios han sido muy "hostiles" y han estado "perfectamente organizados y bien guiados".

En suma, se sienten víctimas de una tensión que ellos no han generado y que les obliga a jornadas de 14 horas sin perspectivas de volver pronto a casa.