La visita de Estado de los reyes a Marruecos, la primera de Felipe VI en su mandato, llega en un momento de calma y de especial sintonía entre ambos países después de los vaivenes y encontronazos que la han caracterizado en las últimas décadas.

Invitados por Mohamed VI, el viaje de don Felipe y doña Letizia pretende reforzar aún más una relación que el Gobierno español considera "excelente" y que atraviesa "la mejor etapa" de los últimos años, en especial, en el plano de la inmigración, la seguridad y la economía, según fuentes de Exteriores.

La política migratoria ha marcado el trato en la etapa reciente después de que en 2018 accedieran a España de manera irregular unos 65.000 inmigrantes, en su mayoría procedentes de Marruecos.

Ante el incremento de este flujo, España intercedió para que la Unión Europea concediera al país magrebí una ayuda de 140 millones de euros para impermeabilizar "la frontera sur de Europa", como la considera el Gobierno español.

El Ejecutivo también destaca que la retirada de la concertinas de las vallas de los límites de Ceuta y Melilla se ha acordado "en colaboración con Marruecos".

"Se hace todo en diálogo con ellos. No se hace nada a sus espaldas", apuntan fuentes diplomáticas, que remarcan que el control migratorio es una "responsabilidad compartida" con el país vecino ante la alta presión de entrada de irregulares que padece.

A día de hoy, el foco de discrepancia más notorio es el cierre del puesto aduanero de Beni Enzar, en la frontera con Melilla, que Rabat decretó de forma unilateral el pasado 1 de agosto.

Mes y medio después, ambas partes acordaron crear un grupo de trabajo para intentar encontrar una salida que aún sigue pendiente.

La última crisis de calado se remonta a 2010, cuando el Parlamento marroquí pidió al Gobierno de Rabat acometer "una revisión global de las relaciones con España" y trabajar para "la recuperación de Ceuta, Melilla y los presidios ocupados".

Fue la respuesta a la moción que aprobó el Congreso de los Diputados para que España condenara la violencia empleada en el desalojo del campamento saharaui de El Aaiún.

Pocos meses antes, la relación también se enturbió después de que Rabat divulgara varios comunicados por supuestos actos de maltrato de la Policía española contra algunos de sus ciudadanos en la frontera con Melilla.

La tensión diplomática llevó al rey Juan Carlos a conversar con Mohamed VI para constatar que los "malos entendidos" no debían enturbiar la interlocución.

Estos episodios trajeron a la memoria otras disputas ocurridas desde que se firmó el Tratado de Amistad en 1991, un convenio que buscó dejar atrás los recelos arrastrados desde la Marcha Verde de 1975, que supuso la retirada española del Sáhara Occidental.

Durante los 90, la pesca y la reclamación marroquí de Ceuta y Melilla fueron los detonantes de los desencuentros, aunque la complicidad entre Juan Carlos I y Hasán II contribuyó a sofocarlos.

La crisis más grave fue la invasión del islote de Perejil por parte de soldados en julio de 2002, tres años después de la llegada al trono de Mohamed VI.

Seis meses tuvieron que pasar hasta que hubo reconciliación con la vuelta de los embajadores y abrió una etapa de calma que duró hasta noviembre de 2007, cuando la primera visita de Juan Carlos I a Ceuta y Melilla enervó al reino alauí, que volvió a llamar a consultas a su representante en España durante dos meses.

El siguiente foco de tensión fue la gestión de la huelga de hambre que la saharaui Aminatu Haidar mantuvo durante 32 días en Lanzarote y los sucesos de 2010.

La llegada del nuevo embajador marroquí en enero de 2011, tras un año con el puesto vacante, dio paso a una etapa de distensión que llega hasta hoy.

Ambos gobiernos han optado por congelar los asuntos espinosos, como son el estatus de Ceuta y Melilla y el conflicto saharaui, cuyo debate se ha difuminado en España.

Durante el viaje que el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, hizo a Rabat en noviembre, su homólogo marroquí, Saadedín Al Othmani, agradeció el "apoyo" español a sus tesis en la cuestión del Sáhara Occidental y lo vinculó con el respaldo del país magrebí a la unidad de España ante el desafío independentista en Cataluña.

Tanto en la última etapa de gobierno de Mariano Rajoy como en la de Sánchez, el elevado ritmo de visitas ministeriales ha contribuido a favorecer el clima de confianza, si bien sigue pendiente desde 2015 una reunión de alto nivel entre los dos Ejecutivos.