LOS ERRORES pesan como una losa en las conciencias sensibles que lo provocan y los sufren directa o indirectamente cuando su reparación es harto difícil o imposible. Los fallos forman parte del aprendizaje en el que nos envuelve nuestro leve tránsito por el mundo que conocemos o nos ha tocado compartir o, tal vez, disputar, me atrevería a sugerir el segundo término. Quizás, en el Cantar de los cantares del rey Salomón, que se suele recitar las tardes de los viernes, resida gran número de respuestas a mis interrogantes. Equivocarse es como tropezar y caer, siempre queda el consuelo de la victoria que representa levantarse y seguir, aún sin saber cuál es el hoyo que conduce al abismo.