Corriente de aire, empacho, mal de ojo, susto, insolación, carne abierta o buche virado figuraban entre las afecciones más conocidas en la jerga de quienes hasta hace muy poco recurrían a la sabiduría y buen hacer de los curanderos y sanadores. Aún hoy pervive el oficio de curar y sanar en lo que conforma esta "medicina popular alternativa" que ahínca sus raíces en el tiempo y que se ha transmitido de generación en generación y que ha convivido, con la lógica distancia, e incluso, ha colisionado, con la emanada de la ciencia.

Las curanderas y sanadoras de La Matanza de Acentejo son un testimonio vivo de esa cultura entroncada en la sabiduría popular y que han recibido el reconocimiento institucional por su particular dedicación al ámbito de la sanidad no reglada, pero que también han escalado en los ámbitos de la salud, con su valiosa colaboración en la asistencia a partos o efectuar actividades propias de practicantes como poner inyecciones a domicilio, especialmente, en las zonas rurales alejadas o deprimidas de otrora.

La fe es esencial para el enfermo y para el sanador, según afirma a EL DÍA América Peraza Hernández, quien desde que tenía 14 años se dedica a curar a personas que dicen no encontrar remedio para sus dolencias en otros ámbitos. Suele curar la dolencia conocida popularmente como carne rota o abierta, mediante el procedimiento del cosido de tela y de un rezo específico.

América Peraza aprendió el arte de curar por medio de una hermana. El método que emplea consiste en coser una pieza de tela de pantalón que no haya sido usada, con aguja e hilo de bordar, como si se cortara el vuelto de la prenda sin mojarlo. Por regla general le pregunta al paciente qué le cose, depende de si tiene una dolencia en brazo, u otra extremidad, y seguidamente inicia el cosido de la prenda con el rezado.

El rezo para el cosido de la carne rota es, según comenta Peraza, como sigue: "San José y la Virgen van juntos por un camino San Alfonso cayó y se rindió y la Virgen lo cosió, hueso con hueso, carne con carne, nervio con nervio; eso mismo te coso yo; que Dios te lo ponga en migajitas, como mismo lo tenías, a ti y a mí; en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén".

"Coso solamente a la persona que cree y tiene fe como yo -puntualiza-, porque si no cree, de nada le sirve que acuda para que le sane. Hay que tener fe en las cosas y actuar con amor y corazón".

"Si la persona sufre de carne rota o desgarrada -agrega-, a los tres días de estarlo cosiendo sana, o al menos, ya se nota la mejoría. Entonces, por mi propia voluntad sigo cosiéndolo durante tres días más. Cuando sanan regresan a darme las gracias".

A su casa acude gente de todos los rincones de la Isla, por lo general, personas que sienten que empeoran de sus dolencias a pesar de acudir a la medicina científica.

Su nieto representa la continuidad de la tradición, según explica, dado que se ha mostrado interesado en aprenderse el rezado y ejercitarse en esta modalidad de curación. Añade que "confío en que si algún día fallo, tenga ese recuerdo".

Celestina Reyes, a sus 92 años, es toda una institución en La Matanza, por su dotes para curar el susto, aunque ya prácticamente no ejerce. Sin embargo, acudió con su hija Caridad al homenaje que se les tributó a las curanderas del municipio. Adquirió el arte de curar de sus padres y abuelos, pero siempre ha sanado a la gente que se lo ha pedido ocasionalmente, pero nunca de manera profesionalizada o exclusiva. Se había especializado en curar el susto, coser la carne rota y las insolaciones o sea "sacar el sol de la cabeza".