A LA VUELTA de la esquina están las próximas elecciones municipales y autonómicas. La vida y el tiempo se nos echan encima casi sin darnos cuenta, pero así es. Y dados los pocos meses que nos faltan para que llegue mayo, ya se ha anunciado que determinados alcaldes de CC no quieren repetir. Entre ellos, Hermógenes Pérez, por Tacoronte, y Miguel Zerolo, por Santa Cruz. Otros con ansias de poder, como don Oswaldo Amaro Luis, quieren seguir en la poltrona, pese a su desgaste político nada convincente. Algunos han hecho algo destacable dentro de la crisis y sus negativas percusiones, pero otros se han pasado los años mirando al cielo o viendo pasar los días.

Del nuestro, en Los Realejos, yo no estoy nada contento. Su modo de proceder choca con la honestidad cuando no quiere oír la voz ciudadana. Aquel hombre estimado, sencillo y largamente apreciado por muchos realejeros, una vez llegó al "trono" cambió radicalmente. Posiblemente pensó que la Villa noble realejera era solo de él y que en sus manos estaba el rumbo del municipio. Ese posible error le supuso perder credibilidad, hasta tal punto que una inmensa mayoría de realejeros no creen en su gestión y están dispuestos al cambio.

Los Realejos no puede permitirse el lujo de tener un alcalde que no quiera ver la realidad, acompañado de hombres y mujeres que no saben valorar la tierra en la que pisan, no olvidándose de unos barrios necesitados y de unos vecinos que pasan hambre y necesidades extremas, y están a la vista de todos.

Como realejero, y visto lo visto desde hace casi ocho años, tengo que decir públicamente que en aquella lista en la que aparezca en primera fila don Oswaldo Amaro como candidato a la alcaldía yo no votaré. Esto no quiere decir que haya mucha gente que le vote, evidentemente, pero mi voto no llegará a sus manos porque tengo pleno derecho de votar a quien yo estime conveniente, aunque en esa lista vayan buenos y fieles amigos.

Y una reflexión final que deben tener en cuenta los políticos: nada en el mundo sustituye a la constancia. El talento no le sustituye, pues nada es tan corriente como los inteligentes frustrados.

El genio tampoco, ya que resulta ser tópico el caso de los genios ignorados. Ni siquiera la educación sustituye a la constancia, pues el mundo está lleno de fracasados bien educados.

Solamente la constancia y la decisión lo consiguen todo, Sr. Amaro Luis.