LA MOTIVACIÓN de las personas para intentar emprender un trabajo del día a día comienza a través de la empatía que la naturaleza no concede al llegar el crepúsculo, y esto es lo que nos acontece hoy al ver el azul del cielo reflejado en nuestro limpio mar, en esta primavera avivada en que estamos inmersos en este norte tinerfeño.

Animados por la belleza de la mañana y de la bonanza de la cercana mar, que divisamos desde el espacio en que tecleamos en la vieja máquina, nos agradaría invitarnos mutuamente en forma de comuna y dar un paseo en formato de documental cinematográfico, y así poder enriquecernos de sentimientos del valor de los entrañables y emblemáticos terruños paisajísticos comarcales de los que todos sus habitantes somos conocedores y valedores de las riquezas tanto naturales como patrimoniales de nuestros dos pueblos.

Al seguimiento de las anteriores líneas nos convertiremos en románticos senderistas, no sabemos si por ser mayores o por sentimentalistas hacia estos dos pueblos, unos por nacimiento y por convivencia añeja en el tiempo otros. Nos referimos, claro está, a La Guancha y San Juan, que junto a sus ciudadanos nos sentimos orgullosos de pertenecer a estas dos localidades que a lo mejor en un futuro no lejano nos obligarían ineludiblemente a separarnos, no en lo físico, por supuesto, sino en lo humano, dependiendo de las leyes que ya se perciben en lontananza y que podrían no ser beneficiosas para nuestros municipios, ya que existen posibilidades de que uno u otro, o los dos, sean adjudicados a un tercero que, sin tener por nuestra parte nada en contra, sí difieren sustancialmente en el calor de los comportamientos humanos, caracteres, gustos, patrimonios de índole primarios y urbanos e incluso religiosos por cercanía, así como ratificar y moralizar nuestra idiosincrasia constatada a través de siglos.

Por seguir comentando y buscando alternativas fructíferas para San Juan de La Guancha, debemos agradecerle a la sabia naturaleza que, anticipándose a estos aconteceres, hace milenios que nos donó un deslinde entre dos conocidos e impresionantes barrancos a ambos lados de nuestras localidades, para desligarnos de futuras comarcas superiores en extensión y población, y así poder vivir en paz y armonía entre dos pequeños pero pintorescos y queridos pueblos, que son La Guancha y San Juan, que como dos gotas en nada se diferencian.

Por antonomasia, el canario tiene raíces conservadoras, por lo que no es fácil renunciar a sus orígenes de nacimiento, dígase pueblo, comarca o país. Somos acérrimos partidarios de que todos los isleños disfrutemos de esta trilogía de nuestro archipiélago. Sin embargo, nos acechan leyes emanadas desde el poder estatal o regional que nos vendrían a enmudecer nuestro sentimiento de pueblo o villa, que de confirmarse las posibles normas de reducir el número de municipios tendremos que acatarlas, como así ha ocurrido en todas las épocas, y las circunstancias actuales nos hacen ser realistas y adaptarnos a los tiempos para seguir subsistiendo y, por ende, economizar gastos que según los economistas podrían ser beneficiosos para todos los mortales. Mejor aún si son para nosotros, los canarios.

Volvemos al tema que más nos apremia, cual es si de hecho nos obligan a unificarnos, recordándonos que desde hace tiempo se vienen mancomunando algunas partidas en varios sectores, que, la verdad sea dicha, desconocemos los resultados. Lo que sí tenemos entre ceja y ceja es que, si los dos ayuntamientos se entendieran y se anticiparan a esas reglas, se daría un paso de gigante por evitar en lo posible ser adjudicado a una comarca que, como apuntábamos anteriormente, entendemos sinceramente que no resultaría positivo para uno u otro; piénsese por quienes corresponda valorar los pros y contras y no olvidar la buena sintonía de hermandad que históricamente hemos conservado "como oro en paño" La Guancha y San Juan durante más de cinco siglos.

Dado por terminado el introito del primero de tres o cuatro sencillos comentarios que tenemos en mente publicar sobre la posibilidad de las normas que aconsejarán por ley en acercar o agrupar los municipios de la metrópoli y, por ende, de nuestro país canario, comentario que hemos expuesto en líneas anteriores y que intentaremos, a vuelapluma, analizar lo prometido, que consiste en valorar lo que aportaría cada localidad a esa futura fusión, que de consumarse auguramos un porvenir esperanzador para sus habitantes. Ambas tienen la capacidad humana, habitabilidad e infraestructura, por lo que se puede pronosticar que en un quinquenio somos capaces de alcanzar quince mil ciudadanos, número que avalamos y ratificamos valorando en principio, amén de otros sectores, la infinita riqueza que posee una de ellas con el polígono industrial, localizado en una zona cercana al litoral con un futuro incontestable, y otra, con una gran zona agrícola, en lo alto (medianías), que de cultivarse y valorarse su producción serían unos recursos incalculables para nuestra subsistencia, además de poseer industrias en variados sectores en pleno funcionamiento.

A lo referido anteriormente estaremos respaldados por una pléyade de profesionales en todas las licenciaturas o carreras, enteramente en pleno desarrollo, además de los institutos de enseñanza y formación profesional e instalaciones deportivas, sin olvidar nuestro acervo cultural, constituido por agrupaciones musicales y corales, actores, restauradores, informáticos, pintores, artesanos y un conjunto de oficios, desde labradores, siguiendo por carpinteros, gastrónomos, albañiles, conductores, peluqueros, mecánicos, curanderos, etc., todo esto arropado por agrupaciones empresariales y financieras. Pensamos y esperamos haber sido explícitos en esta primera salutación a todas las personas residentes en estas dos valoradas localidades o pueblos.